Decía Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu (Congo), que ''ciertas cosas se pueden ver bien sólo por quien tiene los ojos llenos de lágrimas''. Este obispo fue asesinado en 1996 por estar hasta las últimas consecuencias al lado de las víctimas de la guerra de los Grandes Lagos, denunciando los intereses económicos que provocaban y siguen provocando esta guerra, para poder saquear los inmensos recursos de este rico territorio.
Mejores palabras no se podrían encontrar para comenzar esta publicación. Pero África no es pobre, sino empobrecida; África no se muere, sino que la estamos matando. África es rica, muy rica en minerales, en maderas, en energías, en pesca, en productos agrícolas; pero sobre todo en sociedad, siendo éstas las más antiguas de todas y por ende con las tradiciones más ricas (por la historia que tienen) en el mundo entero. Pero este continente lleva siglos siendo robado y expoliado, aunque nunca como hoy lo ha sido, a través de mecanismos perversos y estructuras establecidas por los poderosos de la tierra y bajo el silencio canalla del mundo opulento que mira impasible para otro lado mientras disfruta de lo robado.
África está siendo asesinada por hambre porque exporta alimentos al norte, aunque suene paradójica la frase. En Burkina Fasso por ejemplo, la temporada 2008-2009 proporcionó una cosecha record de cereales. Sin embargo, los precios en ese periodo subieron: 50kg de arroz costaban 17 francos congoleños en julio de 2008 y 33 (casi el doble) a finales de año. Los precios no los ponen los campesinos burkinabes, sino las bolsas mundiales en manos de los grandes consorcios de la alimentación. Por el contrario, los campesinos, sus familias, pasan hambre. Ocho millones de habitantes de dicho país (la mitad de la población) han emigrado. A África la seguimos matando de hambre.
El oro africano
África tiene más de la mitad de las reservas mundiales de oro: 34 de los 53 países africanos poseen este mineral. Con el auge espectacular del precio del oro, las multinacionales están acelerando la explotación de sus minas en África. Grandes compañías se reparten el botín: AngloGold (Sudáfrica), Barrick Gold (Canadá), Newmont Mining (USA), Bouygues (Francia), entre otras. Todas están globalizadas, es decir, escapan a las rígidas regulaciones legales y medioambientales del norte.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) obligaron a muchos países africanos, en nombre de los planes de ajuste estructural, a modificar sus legislaciones para dar entrada a las grandes corporaciones en detrimento de las pequeñas compañías nacionales. De hecho, el propio BM (supuesto promotor del desarrollo de los países) es el principal inversor en la extracción del oro y suministra financiación a un puñado de multinacionales.
El oro de los africanos no se queda en África, ya lo sabemos, atraviesa sus fronteras sin problema. Los principales compradores del oro africano son los bancos Royal Bank of Canadá, J. P. Morgan, Union de Banques Suisses y el banco francés Société Générale. Tanto para los accionistas como para las grandes entidades bancarias, la industria del oro es una de las inversiones más rentables.
Un valor seguro en tiempos de ''crisis''
Estas compañías mineras no solo roban abiertamente el mineral, sino que van dejando un reguero de tierra desolada, devastada y explotada. Imponen las reglas y las condiciones: la esclavitud y la explotación salvaje son el día a día para sus mineros.
Malí es el tercer productor de oro africano (después de Sudáfrica y Ghana). Allí, las condiciones exageradamente ventajosas dadas a las multinacionales del oro, la imposibilidad de cobrarles impuestos y la debilidad del Estado para controlar la producción, la exportación o los efectos de la contaminación medioambiental de esta industria, como ha reconocido la propia Dirección Nacional de Geología y Minas, ha hecho que esta riqueza del país no sólo no haya enriquecido a Malí, sino que lo ha empobrecido aún más: el país genera en oro 610 millones de dólares al año, pero al tiempo, es de los más pobres del mundo (ocupa el lugar 174 de la ''clasificación''). Mientras que las compañías explotadoras del oro, en manos del grupo francés de Bouygues, se enriquecen con el precio del metal, dejan tan sólo al gobierno del país el 25% del negocio que genera la propia Malí.
Las condiciones de explotación de las compañías francesas del oro son salvajes, como en el resto de países africanos. Sus mineros (niños y adultos) viven en un régimen de explotación constante: no pago de las primas, despidos abusivos, hostigamiento hacia los dirigentes sindicales, falsificación de los contratos de trabajo, horas extras y vacaciones no pagadas, accidentes de trabajo ignorados por la empresa, cadencias infernales, obrer@s que trabajan hasta 12 horas diarias seis días a la semana, constituyen la realidad cotidiana de los mineros.
Así fue por ejemplo, que la huelga estalló en 2005 en la mina de Morila. ''Nuestras mujeres dan a luz a veces en su propio lugar de 'trabajo'. Los trabajadores dejan sus vidas en sitios donde se producen accidentes por falta de evacuación en ambulancia. El director administrativo y financiero rechaza que la empresa tome a cargo a las personas enfermas y éstas fallecen más tarde'', exclamaban sublevados los huelguistas en lucha en Morila. 530 obreros de la mina de Morila fueron despedidos brutalmente luego de haber participado en una huelga para exigir el respeto de sus derechos. Incluso algunos, al día de hoy permanecen en la cárcel.
Otro caso terrible de minería es el del Coltan, para el cual los remitimos a nuestra publicación del día 30 de octubre de 2009: Coltan: Por él, ''millones de muertos nos señalan acusatoriamente'', a la cual pueden acceder cliqueando sobre el título.
Las víctimas y los responsables de estas víctimas tienen nombre y no podemos dejarnos caer en añejos victimismos, ni en las mentiras que difunden los medios de comunicación mundiales, ni en suavizar palabras. Todos somos responsables aquí y allí ya sea por acción o por omisión. Recordemos una vez más que África es rica en recursos humanos y naturales, pero muchos se debaten en medio de la pobreza y la miseria, de guerras y conflictos, entre crisis y caos. Muy raramente todo esto es causado por desastres naturales. Se debe, más bien y en gran medida, a decisiones y acciones humanas de personas que no tienen ninguna consideración por el bien común y esto, con frecuencia, debido a la trágica complicidad y conspiración criminal entre responsables locales e intereses extranjeros.
Corrupción
Veamos en qué consiste dicha complicidad y conspiración criminal entre responsables locales e intereses extranjeros en algunos casos concretos.
- Uno de los candidatos para las próximas elecciones de Burkina Fasso es Zéphirin Diabré. Este hombre ha sido director general adjunto del Programa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el desarrollo y consejero económico del actual presidente Compaoré (el que asesinó a Sankara). Hoy preside la sección en África y Oriente Medio de la multinacional francesa Areva, líder mundial en sector nuclear civil y que lleva 40 años sembrando de hambre, explotación y muerte el norte de Níger.
- En marzo del año pasado, María Teresa Fernández de la Vega visitó oficialmente Gambia para entregar directamente a la Marina gambiana más material de vigilancia de fronteras, que se une al que se viene entregando y manteniendo desde 2007. A De la Vega no le importa que sea una dictadura la que lleve las riendas de Gambia mientras cumpla con su obligación de frenar el tráfico de embarcaciones que desde sus playas lanzan a las islas Canarias a miles de inmigrantes o que lanzan a los africanos al infierno del desierto.
- En Gambia, gobierna desde 1994 Yahya Jammeh, un dictador que se hizo con el poder a través de un golpe de Estado. Un dictador que cuenta con un ejército, una policía y la llamada Agencia Nacional de Inteligencia (grupo paramilitar) que le libran de elementos incómodos: detenciones ilegales, torturas, juicios injustos, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales están al orden del día. Con estas impresentables fuerzas armadas, y desde hace ya diez años, colabora la Cruz Roja en un programa para integrar el derecho internacional ''humanitario'' en la formación militar de los gambianos. Este acuerdo se ratificó en setiembre. Ese mismo mes, el presidente anunció por televisión que, literalmente, iba a matar a todo el que quisiera desestabilizar el país. Con este señor, España entre otros países, mantiene magníficas relaciones en virtud del Plan África y por mandato de la Unión Europea (UE). En noviembre el Consejo de Ministros español, aprobaba ser uno de los pocos países que colaboraban con el dictador. De la misma manera, dicho país va a seguir siendo el valedor de Guinea Ecuatorial ante la UE, al mismo tiempo, que valedora de Teodoro Obiang, uno de los mayores tiranos africanos que mantiene a los ciudadanos como esclavos a su disposición, y al país como una finca privada que saquear, sin tener que dar cuentas a nadie. El actual gobierno guineano ha exterminado a nada menos que el 10% de la población del país, y una cantidad indeterminada ha desaparecido o se encuentra encarcelada ilegalmente y sin juicio previo. Un país donde no existe ninguna libertad, pero no olvidemos que, Guinea Ecuatorial produce 400.000 barriles diarios de petróleo, dentro de los cuales la empresa española Repsol ha conseguido los derechos de explotación del bloque C-1.
- Cualquiera sea la injerencia de los intereses extranjeros, los políticos que traicionan y malbaratan sus naciones, hombres de negocios corruptos que están asociados con multinacionales, comerciantes y traficantes de armas africanos que han hecho fortuna con el comercio de armas pequeñas y que se llevan vidas humanas diariamente; así como de agentes locales de las organizaciones internacionales a quienes se les paga para difundir ideologías letales en las que ellos mismos no creen. Las tremendas consecuencias de todo esto están a la vista del mundo entero: pobreza, miseria y enfermedades; refugiados dentro y fuera del país y en ultramar, fuga de cerebros, emigración clandestina y tráfico de seres humanos, guerras y derramamiento de sangre, frecuentemente hechos por encargo, la atrocidad de los niños soldados y la indecible violencia hacia las mujeres, entre tantas cosas más que podrían apreciarse de este ''desgraciado'' continente.
La deuda
No se puede entender lo que le ocurre al continente sin tener muy en cuenta a toda la comunidad internacional, a la que debe hacerse un fuerte llamamiento. Un llamamiento concreto, que huya de la asistencia o la ayuda, una llamada que vaya a la raíz, pidiendo y exigiendo dignidad y justicia. No debemos descansar a la hora de seguir insistiendo en el crimen que es África toda y el reguero de víctimas que va dejando a lo largo de todo el territorio durante tantos años.
Sigamos. En Etiopía, al igual que en prácticamente todos los países africanos, miles de familias deben caminar diariamente tres o cuatro horas para llenar sus viejos bidones de un líquido pardo, denso e insalubre, con el que lavan, se lavan y cocinan; unos cinco litros de agua al día, como los que se gastan cada vez que tiramos de la cadena. Antes comían dos veces al día, ahora sólo lo hacen una, por la tarde. Pero Etiopía exporta electricidad a Sudán, mientras la raciona para los suyos. Necesita divisas para pagar la fuerte ''deuda externa''. En Holeta se levantan gigantescos invernaderos donde se cultivan flores para la exportación, un negocio que produce 100 millones de dólares al año. Para estas empresas indias, británicas, holandesas o alemanas, no hay escasez de agua ni de electricidad. Su negocio es prioridad nacional.
Los dirigentes han caído en las trampas de esos hombres y mujeres que los iniciados llaman ‘los asesinos financieros’, los chacales apoyados financieramente por organismos avezados en los mercados desleales, que tienen como fin enriquecer los organismos financieros internacionales, hábilmente sostenidos por sus estados o por otras organizaciones sumergidas en el complot del silencio y de la mentira. Las ganancias asombrosas van a parar a los asesinos financieros, a las multinacionales y a algunos poderosos nacionales, que sirven de tapadera a los negociadores extranjeros. De esta forma, la mayor parte de las naciones continúan sumergidas en la pobreza. Los países ''beneficiarios'' hipotecan sus recursos naturales; los habitantes, durante generaciones quedan encadenados, prisioneros durante varios años. Para reembolsar estas deudas inagotables, siempre amenazadoras, ''el servicio de la deuda externa'' pesa duramente en el balance estatal, en el orden del 40-50% del Producto Interior Bruto en pagos anuales. Maniatado de esta forma, Etiopía se debe ''apretar el cinto'' ante las inversiones, los gastos necesarios para la educación, la salud y el desarrollo, etc. La deuda nacional de dicho país se presenta como una enfermedad programada por especialistas. Éstos saben que, desde hace años, la mayor parte de las deudas han sido efectivamente reembolsadas. Suprimirlas pura y simplemente no sería un acto de caridad, sino de justicia.
Los países africanos en su conjunto han pagado ya ocho veces su deuda y, a pesar de ello, el sistema hace que hoy estén todavía más endeudados que hace 20 años. Pero este imperialismo descarado se reinventa sobre sí mismo para sacar hasta la última gota de sangre de los africanos. Ahí están para demostrarlo los llamados fondos buitre. Éstos, son fondos especulativos que funcionan desde hace años. Una entidad financiera compra a un acreedor público o privado la deuda que no le paga un país africano (por una cantidad muy inferior al total). Al cabo del tiempo, esta entidad reclama al país africano el total de la deuda más los intereses. Si este país no se la puede reembolsar se la descuenta de cualquier venta o negocio, incluida la Ayuda Oficial al Desarrollo de cualquier otro país del mundo (!). Este sistema es ''legal''. Algunos ejemplos: El fondo norteamericano Kensington International (con base en las Islas Caimán) compra deuda de Congo. Como Congo no paga, la compañía exige que los 10,3 mil millones de dólares que Bélgica había concedido como préstamo a Congo le sean otorgados a él. El tribunal de última instancia de Bruselas le dio la razón en mayo de 2007. Los fondos Kensington International y Walzer International han comprado deuda de Congo, el primero por valor de 120 millones de dólares y el segundo por 56. Ambos están pujando en Estados Unidos por quedarse con el crudo congolés que llega a Norteamérica de manos de la compañía africana SNCP (Sociedad Nacional de Petróleo de Congo). El primero ya ha logrado el embargo de un cargamento de crudo valorado en 39 millones de dólares.
África desde hace tiempo reclama un cambio en el orden económico mundial en cuanto a las estructuras injustas acumuladas que pesan sobre ella. Muchos de los conflictos, guerras y pobreza de África derivan principalmente de estas estructuras injustas. Desde éstos países, se pide un cambio respecto a la deuda que pesa sobre ellos, que está matando literalmente a niños y adultos impunemente. Las compañías multinacionales tienen que detener la devastación criminal del ambiente para su codiciosa explotación de los recursos naturales. Es una política miope (aunque beneficiosa para estos empresarios) la de fomentar guerras para obtener unos beneficios rápidos del caos, a costa de vidas humanas y de sangre.
Emigrantes
Deberíamos sumar a lo antedicho, a aquellos que mueren emigrando, en que lo único que ha cambiado con el correr de los años, ha sido la forma de morir. Antes morían ahogados por el camino, ahora se mueren de hambre y de sed en el desierto. Los africanos se han visto obligados a cambiar sus rutas, ya no van por mar, ahora lo hacen recorriendo miles de kilómetros, atravesando países, guerras y el infierno del desierto. Es muy difícil saber quienes y cuantos son los muertos: las cifras son muy dispares, desde los que dicen que mueren por el camino 15 de cada 100 africanos que emprenden el camino hasta quien afirma que la cifra es mucho mayor, que 95 de cada 100 no llegan. Y cuando logran llegar a Europa, son utilizados como mercancía, como mano de obra de usar y tirar. Todo legal, muy legal, para eso están las leyes de extranjería y los tratados de cooperación con los países del norte, para que vigilen la puerta y para que les suministren la mercancía que vayan necesitando. Esclavas sexuales llenan los prostíbulos rodeadas de luces de colores, por ejemplo.
Muchos hijos e hijas de África han abandonado sus casas para buscar morada en otros continentes. Algunos de ellos están ''bien'' y contribuyen válidamente como cualquier otro ciudadano en sus nuevos países de residencia, pero la gran mayoría luchan por sobrevivir.
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