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miércoles, 27 de abril de 2011

Casas sin gente y gente sin casas



Desde hace algunos años, HIC y distintas organizaciones sociales han denunciado el grave problema de las viviendas desocupadas en México, fruto en gran medida de la visión que los gobiernos y el sector inmobiliario tienen de la vivienda, es decir, entender la vivienda como una mercancía. Esta problemática ocurre en innumerables países del mundo, pero el caso de México nos sirve como ejemplo.

El presidente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Eduardo Sojo Garza-Aldape, señaló que 14% del total de viviendas que hay en el país están deshabitadas. Durante su participación en el 25 Encuentro Nacional de Vivienda, organizado por la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (Canadevi), el funcionario precisó que lo anterior significa que casi 5 millones de casas en el país están sin ocupar.

Explicó que según datos del Censo de Población y Vivienda 2010 (elaborado por el organismo), en México existen 35 millones 617 mil 724 viviendas particulares, de las cuales sólo 28 millones 607 mil 568 están habitadas, mientras que 4 millones 997 mil 806 casas están deshabitadas y 2 millones 12 mil 350 son de uso temporal.

El funcionario destacó que el porcentaje de inmuebles sin ocupar llega hasta niveles de 18% en estados ubicados en la frontera norte, como Chihuahua, Tamaulipas y Baja California, así como en Zacatecas, aunque dijo, a pesar de ser funcionario del estado, desconocer las razones de este fenómeno. Ver nota en diario La Jornada (http://www.jornada.unam.mx/2011/03/29/index.php?section=politica&article=009n1pol).

Desde hace algunos años, HIC y distintas organizaciones sociales han identificado y denunciado este grave problema, fruto en gran medida de la visión que los gobiernos y el sector inmobiliario tienen de la vivienda, es decir, el fallido (pero muy lucrativo) proyecto de entender la vivienda como una mercancía, lo cual nos lleva a esta creciente paradoja: Casas sin gente y gente sin casa. Para leer más sobre este tema: sección La crisis a debate [http://www.hic-al.org/noticias.cfm?noticia=1022&id_categoria=18].

"Miles, millones de casas vacías, mientras miles, millones de personas, y particularmente l@s jóvenes y los sectores de menores ingresos, siguen sin tener un lugar digno donde vivir. Miles, millones de nuevas casas en los últimos pocos años, a costa de tierras de cultivo, bosques y zonas de recarga de acuíferos, pueblos originarios. Miles de casas nuevas, autorizadas por los funcionarios públicos y construidas por el sector privado, aun en contra de los ordenamientos y disposiciones legales y administrativas, en zonas de alto riesgo geológico y ambiental, con graves problemas estructurales y de convivencia social... Miles de casas nuevas, "formales" pero sin todos los servicios (agua potable, saneamiento, energía, transporte y comunicaciones...) ni equipamientos necesarios para la vida social y comunitaria (escuelas, hospitales, mercados, centros de recreación y reunión, áreas verdes y deportivas, etc.), y en las periferias cada vez más alejadas de las fuentes de trabajo y las oportunidades que las ciudades ofrecen. Y, mientras tanto, miles de lugares disponibles para vivir en los centros urbanos están deshabitados, en "engorda", esperando que los precios sigan subiendo...".

Por la reparación de las víctimas del conflicto armado



Desde 2010, se tramita en Colombia el proyecto de ley de víctimas de la violencia (213/2010 en el Senado y 107/2010 en la Cámara), que tiene por objetivo promover la reparación a las víctimas del conflicto armado del país y restituir las tierras de esas personas que, a causa de los conflictos, fueron obligadas a desplazarse y a abandonar sus tierras. El gobierno estima que cerca de 4 millones de personas afectadas por la violencia tienen derecho a la reparación económica y la restitución de tierras.

En medio de los debates sobre el proyecto, varias organizaciones de mujeres, entre ellas la Asociación Colectivo Mujeres al Derecho, vienen buscando la inclusión del enfoque de género y de medidas para que las mujeres víctimas del conflicto armado también tengan acceso a la restitución de sus derechos. Uno de los principales llamamientos es la cancelación de las deudas de crédito agrario.

El último 12 de abril se realizó el tercer debate sobre el proyecto de ley; sin embargo, las propuestas de cancelación de las deudas y otras cuestiones que favorecen los derechos de las mujeres víctimas de los conflictos armados no fueron tenidas en consideración.

Por eso, las entidades feministas piden la ayuda de organizaciones sociales y de mujeres para enviar cartas a los congresistas, al presidente Juan Manuel Santos y demás autoridades colombianas para que incluyan en el proyecto de ley de víctimas y restitución de tierras las propuestas que incorporan derechos y beneficios para las mujeres víctimas de los conflictos armados y que garanticen acciones concretas de reparación integral de sus derechos, incluyendo la cancelación de las deudas.

Piden que también se incluyan en el proyecto de ley las presunciones de protección especial para las mujeres, considerando su vulnerabilidad como víctimas del conflicto, la situación de riesgo en los casos de denuncia sobre amenazas y atentados por denunciar y otras cuestiones.

Como reparación integral a las víctimas de expropiación de tierras, el Estado deberá garantizar la cancelación de las deudas de crédito agrario existentes en el momento de los hechos como forma de facilitar la recuperación de la capacidad económica de las víctimas. Ellas alegan que, por estar todavía en situación de desplazamiento y habiendo sido forzadas a abandonar sus tierras, no tienen cómo pagar lo que se les cobra.

De acuerdo con el tercer artículo del proyecto de ley son víctimas "aquellas personas que individual o colectivamente hayan sufrido menoscabo en sus derechos fundamentales, por hechos ocurridos a partir del 1º enero de 1985, siempre que este menoscabo sea consecuencia de infracciones al Derecho Internacional Humanitario o de violaciones graves y manifiestas a las normas Internacionales de Derechos Humanos".

También son consideradas víctimas el cónyuge, compañero/a permanente, pareja del mismo sexo y familiar en primer grado de consanguinidad, en primer grado civil de la víctima directa, cuando ésta estuviera desaparecida o muerta, y también las personas que hayan sufrido desigualdad en sus derechos fundamentales al intervenir para asistir a víctimas en peligro o para prevenir la victimización.

Movilizaciones en América Latina en contra de la minería



Pueblos de Argentina, Chile, Colombia y Perú se movilizan, esta semana, en defensa de sus derechos y contra los impactos negativos de la minería. Las actividades comprenden paros, encuentros y manifestaciones.

En Perú, el Comité de Lucha de la Provincia de Angaraes realizará el día 28 un paro de 24 horas en la provincia, ubicada en el departamento de Huancavelica. La pauta exige la revocación de la resolución de funcionamiento de la empresa minera Pampamali y que la empresa salga del territorio de la comunidad en 15 días.

La población denuncia los serios daños que las actividades mineras causan al medio ambiente, fundamentalmente la contaminación de ríos con ácidos. Otro problema es la criminalización de los militantes por parte de las empresas mineras, que ya solicitó penas de hasta 20 años para algunos activistas.

También en Perú, el Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo de Moquegua (Fedip-M) realizará una movilización pacífica hoy, 27 de abril. El objetivo es defender el agua y los bienes naturales de la región, perjudicados por la explotación de la mina Cuajone, desde hace más de 45 años por la empresa Southern Perú Copper Corporation.

La actividad ya causó la desaparición de más de 15 mil hectáreas de flora y fauna en la ciudad de Llo, contaminación de playas y del río Torata, daños a la salud humana y a la agricultura. Además, el Fedip-M quiere parar el Proyecto Minero Quellavesco, pues si se pone en práctica matará al río Asana Tumilaca.

La Red Colombiana de enfrentamiento a la Gran Minera Transnacional (Reclame) realizará también hoy, en Bogotá, la Marcha de los Pequeños y Medianos Mineros. Para defender los territorios, las comunidades y los recursos naturales, rechazando los proyectos de la gran minería, la reclame también promoverá encuentros, marchas y jornadas en prácticamente todas las semanas de los próximos dos meses.

En la provincia de Mendoza, Argentina, la comunidad Huarpe Guaytamari, miembro de la Organización de Naciones y Pueblos Indígenas de Argentina (Onpia), lucha contra el proyecto minero Son Jorge, que contaminará las fuentes de agua del lugar.

El día 21, en una audiencia en la Cámara de Diputados, la población denunció que no hubo consulta con los pueblos indígenas sobre el proyecto, lo que viola el Convenio 169 de la OIT, del cual Argentina es signataria, y que, inclusive, tiene status constitucional en el país.

También en la ciudad argentina de Esquel, en la Patagonia, los vecinos organizan la resistencia contra la minería. Ayer a la noche, realizaron una asamblea y una gran marcha, con cerca de 450 personas, frente al Hotel Tehuelche. Las jornadas organizadas por la Federación Empresaria Patagónica (Fepa) sobre minería, que se realizarían los próximos días 28 y 29, fueron canceladas.

Aún así la comunidad realizará una manifestación el día 28 por la tarde, frente al Hotel. Además, habrá el día cuatro de mayo una asamblea en la plaza San Martín, seguida de una marcha por la ciudad. La lucha contra la minería en Esquel es antigua: comenzó en 2002.

En Neuquén, Argentina, la comunidad Campana Mahuida celebra la decisión del Tribunal Superior de Justicia, que negó una apelación del gobierno de Neuquén y convalidó la prohibición de la empresa minera china Cormine. La empresa minera había realizado actividades de explotación minera en territorio Mapuche, en los años 2007 a 2009, cuando Campana Mahuida consiguió la primera prohibición. Ahora, sólo falta una sentencia sobre la legalidad del contrato minero de Cormine, aprobado sin consulta a los Mapuches.

Cambio urgente y radical



En pleno siglo XXI millones de  seres humanos son empobrecidos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano. Más de 100.000 personas mueren cada día de hambre; 400 millones de niños son esclavizados; el 60% de los trabajadores del mundo carecen de contrato laboral y 200 millones de seres humanos han emigrado expulsados de sus tierras por el hambre y la miseria; entre tantas otras injusticias. Sin embargo el 10% de la población mundial dispone del 83% de la riqueza, siendo el 1% el que concentra el 43%. Es evidente que la humanidad vive sometida a la dictadura del capital que ha configurado un sistema político y económico, de ámbito planetario, basado en la injusticia y la desigualdad.

Ante el crimen político de la explotación, la esclavitud y el desempleo es urgente levantar, de nuevo, una voz por la dignidad de la persona humana que  ponga el trabajo por encima del capital como principio moral y político incuestionable. La riqueza, los medios de producción, el desarrollo gradual de la ciencia y la técnica son fruto del patrimonio histórico del trabajo.

El trabajo debería ser una dimensión fundamental del ser humano, un medio por el cual las personas, con esfuerzo, transformen el mundo y a sí mismas. El trabajo debería ser la clave de la organización de la sociedad ya que precisa de la solidaridad y de la libre colaboración para su auténtica realización. Pero no lo es. El trabajo, entendido desde una visión occidental, significa destrucción y esclavitud para las sociedades del mundo entero.  

La auténtica democracia exige libertad e igualdad por ello es incompatible con el capitalismo. Cualquier forma de organización sociopolítica en donde el capital esté por encima del trabajo debe calificarse de capitalismo y es un deber rechazarla. El Estado debe estar al servicio del pueblo y no al revés; debe garantizar la distribución y las condiciones del trabajo dignas y justas para toda la sociedad.

No respetar un trabajo digno es uno de los mayores atentados contra  las personas y supone un debilitamiento del pueblo frente a las tendencias totalitarias del poder. El desempleo y la precariedad laboral son formas impuestas de disciplinar de forma ''adecuada'' a la sociedad para que esta sea maleable por quienes ostentan el ''poder'' en el mundo.

Debe garantizarse un ''sistema'' justo que permita a las personas ser independientes, alimentarse, tener una vivienda digna y poder atender su salud, cuestiones todas de primera necesidad y que no pueden ser cubiertas por una gran parte de la población global en la actualidad. Este cambio debe ser tan radical como urgente, ya que la dignidad humana no debe ser una cuestión de debate, ni de economía, ni de política, sino una cuestión de derecho a la vida.

''Lo único que hace falta es hacer una reforma agraria decente''


Janaina Stronzake

El aumento del precio de los alimentos que, entre tantas otras causas lleva al hambre y que está provocando protestas en varios países, se debe a la especulación financiera y no a la falta de tierras cultivables, advirtió Janaina Stronzake, del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.

La carestía de los artículos de primera necesidad y el hambre son utilizados como armas que terminan obligando a las poblaciones a asumir conductas determinadas, sostuvo Stronzake, quien además de integrar la coordinación nacional del MST representa a La Vía Campesina, una articulación mundial de movimientos de trabajadores rurales. A continuación les entregamos una entrevista realizada por Periodismo Humano a la representante del MST

''PH. ¿A qué atribuye esta conmoción por los precios de los alimentos? 

JS: El tema de los precios y de la escasez de alimentos, o de las hambrunas, siempre es una cuestión compleja, con causas múltiples y una serie de factores que influyen. Atribuir, como se hace, el aumento de precios de los comestibles a que las poblaciones de China e India ahora se están alimentando me parece demasiado simplista. Es como decir: bueno, si estamos pagando más es culpa de indios y chinos. Y esto no es verdad.

PH. ¿Es que acaso faltan alimentos en el mundo? 

JS: Tenemos capacidad en el mundo de producir alimentos, y de calidad suficiente, para toda la gente, sin recurrir a tecnologías dudosas, como el caso de los transgénicosEn Brasil tenemos 120 millones de hectáreas sin cultivar. O sea, para producir más no hay que quitarle tierra a la Amazonia, no hace falta desequilibrar el ambiente ni tampoco acabar con los bosques. Lo único que se necesita es hacer una reforma agraria decente, adecuada, que se aseguren condiciones para que campesinos y campesinas sigan produciendo.

PH. ¿Entonces, cuál es la causa de todo esto? 

JS: Uno de los factores fundamentales para el aumento de precios es la especulación financiera. Es porque los alimentos son considerados mercancías y se negocian en las bolsas de los mercados a futuro.

PH. ¿A quiénes beneficia la especulación? 

JS: Las empresas transnacionales sacan partido de esto, juegan y especulan con el hambre de la gente y obtienen beneficiosPara demostrarlo basta con comparar entre los años de ascenso de los precios de los alimentos y los gráficos de ganancias y beneficios de las grandes empresas transnacionales. Por ejemplo, entre 2004 y 2008 asistimos a una serie de choques, disturbios, de poblaciones atacando supermercados en busca de alimentos y al mismo tiempo alzas en los comestibles. En ese lapso, los beneficios de Syngenta, que es una de las grandes empresas del sector agrícola mundial, saltaron de 6.000 millones de dólares a 11.000 millones. Entonces, mientras la hambruna castiga a las poblaciones, mayores beneficios se embolsan las empresas transnacionales.

PH. ¿Cómo se evidencian las políticas de esas compañías? 

JS: Por la forma en que las empresas quieren estructurar la agricultura, quitando capacidad de producción,  además de acaparar las mejores tierras. También a partir del control del mercado. Hoy son 10 firmas que dominan casi todo el mercado de soja, de maíz y de la caña de azúcar gente a través del control del agua, de semillas y de la propiedad intelectual de los productos.

PH. ¿Cómo reacciona el movimiento campesino ante los aumentos de precios de los alimentos? 

JS: Con mucha preocupación, porque responden a todo un sistema integrado. El pensador Zygmunt Bauman, de origen polaco, habla por ejemplo de los desperdicios humanos. Dice que es como si la gente sobrara en el mundo y hay que hacer algo con ella. Una forma es que se mueran de hambre, pues no hay trabajo para todos. Con las nuevas tecnologías de producción ya no hay necesidad de tantos brazos para trabajar. Entonces este exceso de población debe desaparecer. No porque no se puedan alimentar, sino porque dentro del sistema capitalista no generan ni consumen. Por tanto, tienden a desaparecer. Y un camino es éste, que se mueran de hambre con este tipo de crisis.

PH. ¿Y las otras formas?

JS: Otro camino es el negocio de las cárceles, la privatización del sistema penitenciario. En momentos de crisis aguda, la gente tiende a la criminalidad para su supervivencia. De allí vienen los robos y todo tipo de delitos, y luego las cárceles son privatizadas y se convierten en un negocio rentable.

Las empresas reciben bonos de los estados para instalarlas, administrarlas y obtener beneficios del trabajo de los presidiarios. Eso recuerda mucho a los campos de concentración de los nazis en Alemania

Este sistema se esta desparramando por el mundo. En Brasil, algunos gobiernos estatales de derecha empiezan ahora a ensayar como hacer el proceso de privatización de cárceles.

PH. ¿Ahí se acaban los métodos de exterminio?

JS: No, el tema de las guerras también está asociado. Cómo se pueden seguir manteniendo guerras, como en la República Democrática del Congo, sin una situación de hambre que obligue a la gente a desplazarse y actuar como soldados mercenarios. Allí se ve como el hambre y los altos precios de los alimentos son empleados como armas que obligan a las poblaciones a asumir conductas determinadas. A eso deben sumarse otras formas delictivas, como el tráfico de armas, de drogas, de mujeres y de órganos humanos. Todos interconectados en un mismo sistema que genera beneficios a pocas empresas.

PH. ¿Que opinión tiene de los tratados de comercio internacional que abarcan a productos alimentarios? 

JS: La Vía Campesina reivindica que los alimentos no estén dentro de los acuerdos que promociona la OMC (Organización Mundial del Comercio). No pueden ser considerados como simples mercancías. Toda la humanidad necesita alimentos y debemos garantizar un mínimo para todos, independientemente de sus condiciones económicas. Y eso no pasa solamente por políticas asistenciales como, por ejemplo, las de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia). Pasa por la necesidad de empoderar a la gente desde su propia comunidad para garantizar y producir alimentos. Esta es la soberanía alimentaria.

P. ¿Qué espera de las negociaciones de la Ronda de Doha que promueve la OMC, con un capítulo dedicado a la reforma del comercio agrícola mundial? 

JS: Esas negociaciones no nos incluyen. Nos toma en cuenta simplemente como una tendencia a la desaparición de los campesinos. Pero el tema es que esa desaparición conlleva el riesgo de falta de alimentos, porque el agro-negocio, las grandes empresas, los que discuten en la Ronda de Doha pueden asegurar solo por un periodo una cantidad de alimentos, pero su preocupación es solo en torno a sus propios ingresos''. *


*Las partes del texto resaltadas en negrita y rojo son nuestras.

¿Es el mundo demasiado grande para caer?


 
 Noam Chomsky
Introducción del editor de Tom Dispatch
Bases militares “R”-US. Así parece. Después de la invasión de 2003, el Pentágono comenzó rápidamente a construir una serie de bases monstruosas en Iraq ocupado, del tamaño de pequeñas ciudades estadounidenses y con la mayoría de las comodidades que existen en ellas. Se hicieron para una guarnición prevista de entre 30.000 y 40.000 soldados estadounidenses que los altos funcionarios del gobierno de Bush esperaban que podrían quedarse en ese país para una eternidad armada. Al final, se construyeron cientos de bases. (Y ahora, cientos de ellas se han cerrado o se han entregado a los iraquíes y en algunos casos se han saqueado). Con el presente contingente estadounidense de unos 47.000 menos (sin contar a los mercenarios), los responsables estadounidenses están prácticamente rogando a un gobierno iraquí que se acerca cada vez más a los iraníes para que permita que algunas fuerzas estadounidenses puedan permanecer en unas pocas bases gigantes más allá de la fecha oficial de retirada de finales de 2011.
Mientras tanto, después de 2003, EE.UU. se lanzó desenfrenadamente a construir (o expandir) bases en el Golfo Pérsico, reforzando y ampliando instalaciones en Kuwait, Qatar, Omán, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, “hogar” de la Quinta Flota de EE.UU. En ese reino insular, el gobierno de Obama, que predica “democracia” en otros sitios, se ha visto frente a una feroz campaña bahreiní-saudí de represión con un movimiento mayoritario chií por la libertad. Mientras tanto, para que no lo superaran, el Departamento de Estado decidió construir un moderno zigurat en Iraq y por ello supervisó la construcción de la mayor “embajada” del mundo en Bagdad, una ciudadela con puesto de comando que debe albergar a miles de “diplomáticos” y a sus protectores armados. Ahora está construyendo una instalación similar en Islamabad, Pakistán, mientras expande una tercera en Kabul, Afganistán.
En los hechos, en los años después de la invasión de Afganistán, como Nick Turse informó en este sitio, se lanzó a una verdadera juerga de construcción de bases en ese país, en el que construyó por los menos 400, desde micro-puestos avanzados a monstruos como las bases aéreas Bagram y Kandahar, completas, con gimnasios, supermercados, cibercafés y negocios de comida chatarra. Ahora, en el décimo año de una guerra desastrosa, es obvio que el gobierno de Obama negocia frenéticamente para conseguir que por lo menos algunas de ellas sean permanentemente nuestras después de la tan pregonada partida de las tropas de “combate” estadounidenses en 2014. Como en Iraq, los responsables estadounidenses evitan cuidadosamente la palabra “permanente”. (En 2003, el Pentágono llamó “campos duraderos” a las bases iraquíes, y en febrero de este año la secretaria de Estado Hillary Clinton presentó la siguiente descripción de la situación afgana: “De ninguna manera debe malentenderse nuestro compromiso duradero como el deseo de EE.UU. o de nuestros aliados de ocupar Afganistán contra la voluntad de su pueblo… No buscamos ninguna base militar permanente de EE.UU. en su país”.

Y sin embargo, a pesar de todas las bases construidas en el Gran Medio Oriente y todo el poder de fuego que tienen, EE.UU. se ha visto, de una manera bastante embarazosa, frente a una región que se escapa cada vez más rápido a su control. Tal vez, al recordar nuestros complejos de bases igualmente gigantescos en Vietnam –las pirámides de su época– y su suerte después de la guerra, los funcionarios estadounidenses simplemente decidieron evitar la palabra “permanente” como precaución razonable contra la realidad. Después de todo, ¿qué es permanente? Nosotros no. Considerad, por ejemplo los comentarios del notable Noam Chomsky, autor de Hopes and Prospects, en una adaptación posterior de una reciente conferencia en Amsterdam sobre el tema de lo que en este mundo es demasiado grande para caer. Tom 

¿Es el mundo demasiado grande para caer?
Los contornos del orden global
Noam Chomsky

Los levantamientos por la democracia en el mundo árabe han sido demostraciones espectaculares de valor, dedicación y compromiso de fuerzas populares que coincidieron, fortuitamente, con un notable levantamiento de decenas de miles de personas en apoyo a los trabajadores y la democracia en Madison, Wisconsin y otras ciudades de EE.UU. Si las trayectorias de protestas en El Cairo y Madison se cruzaron, sin embargo, iban dirigidas en direcciones opuestas: en El Cairo hacia el logro de derechos elementales negados por la dictadura, en Madison hacia la defensa de derechos que se lograron después de largas y duras luchas y que ahora sufren un duro ataque.

Cada una es un microcosmo de tendencias en la sociedad global, que siguió cursos diversos. Es seguro que lo que está ocurriendo tendrá consecuencias trascendentales tanto en el corazón industrial decadente del país ''más rico y poderoso'' de la historia del mundo y en lo que el presidente Dwight Eisenhower llamó “el área más estupenda de poder estratégico del mundo”, “una fuente estupenda de poder estratégico” y “probablemente el premio económico más rico en el campo de la inversión extranjera”, en boca del Departamento de Estado en los años cuarenta, un premio que EE.UU. quería conservar para sí y para sus aliados en el Nuevo Orden Mundial que se revelaba en esos días.

A pesar de todos los cambios ocurridos desde entonces, hay muchos motivos para suponer que los responsables políticos de la actualidad se adhieren básicamente a la opinión del influyente consejero del presidente Franklin Delano Roosevelt, A. A. Berle, de que el control de las incomparables reservas de energía de Medio Oriente producirían un “control sustancial del mundo”. Y respectivamente, esa pérdida de control amenazaría el proyecto de dominación mundial que fue claramente articulado durante la Segunda Guerra Mundial y que se ha mantenido frente a los principales cambios en el orden mundial desde entonces.

Desde el inicio de la guerra, en 1939, Washington previó que terminaría con EE.UU. en una posición de abrumador poder. Funcionarios de alto nivel del Departamento de Estado y especialistas en política exterior se reunieron durante los años de la guerra para preparar planes para el mundo de posguerra. Delinearon una “Gran Área” que sería dominada por EE.UU., incluyendo el hemisferio occidental, Lejano Oriente, y el antiguo imperio británico, con sus recursos energéticos de Medio Oriente. Cuando Rusia comenzó a aplastar a los ejércitos nazis después de Stalingrado, los objetivos de la Gran Área se ampliaron a una parte tan grande de Eurasia como fuera posible, por lo menos su centro económico en Europa Occidental. Dentro del Gran Área, EE.UU. mantendría un “poder incuestionable”, con “supremacía militar y económica”, mientras aseguraba las “limitaciones de cualquier ejercicio de sobeanía” de Estados que pudieran interferir en sus designios globales. Los cuidadosos planes de los tiempos de guerra se implementaron pronto.

Siempre se reconoció que Europa podría preferir un camino independiente. En parte la OTAN tuvo el propósito de contrarrestar esa amenaza. En cuando desapareció el pretexto oficial de la existencia de la OTAN en 1989, ésta fue expandida hacia el este en violación de compromisos verbales con el líder soviético Mijail Gorbachov. Desde entonces se ha convertido en una fuerza de intervención de largo alcance dirigida por EE.UU., aclarado por el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, quien informó en una conferencia de la OTAN de que “las tropas de la OTAN tienen que proteger conductos que transportan petróleo y gas dirigido hacia Occidente”, y más generalmente proteger rutas marítimas utilizadas por buques cisterna y otra “infraestructura crucial” del sistema energético.

Las doctrinas de Gran Área permiten claramente intervenciones militares a voluntad. La conclusión fue claramente articulada por el gobierno de Clinton, que declaró que EE.UU. tiene derecho a utilizar la fuerza militar para asegurar “el acceso libre a mercados clave, suministros de energía, y recursos estratégicos”, y tiene que mantener inmensas fuerzas militares “en posiciones avanzadas” en Europa y Asia “con el fin de conformar las opiniones de la gente sobre nosotros” y “conformar eventos que afectarán nuestra subsistencia y nuestra seguridad”.

Los mismos principios rigieron en la invasión de Iraq. Cuando el fracaso de EE.UU. para imponer su voluntad fue innegable, ya no fue posible ocultar los verdaderos objetivos de la invasión detrás de hermosa retórica. En noviembre de 2007, la Casa Blanca publicó una Declaración de Principios exigiendo que las fuerzas de EE.UU. permanecieran indefinidamente en Iraq y comprometiendo a Iraq a privilegiar a los inversionistas estadounidenses. Dos meses después, el presidente Bush informó al Congreso de que rechazaría la legislación que pudiera limitar el estacionamiento permanente de fuerzas armadas de EE.UU. o “el control de EE.UU. de los recursos petrolíferos de Iraq”, demandas que EE.UU. tuvo que abandonar pronto frente a la resistencia iraquí.

En Túnez y Egipto los recientes levantamientos han logrado victorias impresionantes, pero como informó la Fundación Carnegie, aunque han cambiado, los regímenes subsisten: “Un cambio en las elites gobernantes y del sistema de gobierno sigue siendo un objetivo distante”. El informe discute los obstáculos interiores para la democracia, pero ignora los exteriores, que siempre han sigo significativos.

Es seguro que EE.UU. y sus aliados occidentales harán todo lo que puedan para impedir una auténtica democracia en el mundo árabe. Para comprender el motivo basta con considerar los estudios de la opinión árabe realizados por agencias de sondeo de EE.UU. Aunque apenas se ha informado al respecto, son ciertamente conocidos por los planificadores. Revelan que en su abrumadora mayoría, los árabes consideran a EE.UU. e Israel como las mayores amenazas que enfrentan: EE.UU. es considerado de esa manera por un 90% de los egipcios, en la región generalmente por más de un 75%. Algunos árabes consideran que Irán es una amenaza: un 10%. La oposición a la política de EE.UU. es tan fuerte que una mayoría cree que la seguridad mejoraría si Irán tuviera armas nucleares, en Egipto, un 80%. Otras cifras son similares. Si la opinión pública influenciara la política, no sólo EE.UU. no controlaría la región, sino que sería expulsado de ella, debilitando los principios fundamentales de dominación global.

La mano invisible del poder

El apoyo a la democracia cae dentro de la competencia de ideólogos y propagandistas. En el mundo real, la aversión hacia la democracia de la elite es la norma. La evidencia de que la democracia sólo se apoya mientras contribuye a objetivos sociales y económicas es abrumadora, una conclusión aceptada renuentemente por los eruditos más serios.

El desdén de la elite por la democracia se reveló drásticamente en la reacción a las revelaciones de WikiLeaks. Las que recibieron más atención, con eufóricos comentarios, fueron los cables que informaron sobre el apoyo de los árabes a la posición de EE.UU. con respecto a Irán. Se referían a los dictadores en el poder. No se mencionaban las actitudes del público. El principio guía fue articulado claramente por el especialista de la Fundación Carnegie Medio Oriente Marwan Muasher, ex alto funcionario del gobierno jordano: “No hay nada malo, todo está bajo control”. En pocas palabras, si los dictadores nos apoyan, ¿qué otra cosa podría importar?

La doctrina Muasher es racional y venerable. Para mencionar un solo caso que es muy relevante en la actualidad, en una discusión interna en 1958, el presidente Eisenhower expresó preocupación por “la campaña de odio” contra nosotros en el mundo árabe, no por los gobiernos, sino por el pueblo. El Consejo Nacional de Seguridad (NSC) explicó que existe una percepción en el mundo árabe de que EE.UU. apoya dictaduras y bloquea la democracia y el desarrollo para asegurar el control de los recursos de la región. Además, la percepción es bastante exacta, concluyó el NSC, y es lo que deberíamos hacer: basarnos en la doctrina Muasher. Estudios del Pentágono realizados después del 11-S confirmaron que lo mismo sigue siendo válido.

Es normal que los vencedores tiren la historia al cubo de la basura y que las víctimas la tomen en serio. Tal vez puedan ser útiles algunas breves observaciones sobre este importante tema. Ésta no es la primera ocasión en la cual Egipto y EE.UU. enfrentan problemas semejantes y se mueven en direcciones opuestas. Lo mismo fue válido a principios del Siglo XIX.

Historiadores económicos han argumentado que Egipto estaba bien colocado para emprender un rápido desarrollo económico al mismo tiempo que EE.UU. Ambos países tenían una rica agricultura, incluido el algodón, base de la temprana revolución industrial, aunque, a diferencia de Egipto, EE.UU. tuvo que desarrollar la producción de algodón y una fuerza laboral mediante la conquista, el exterminio y la esclavitud, con consecuencias que ahora mismo son evidentes en las reservas para los sobrevivientes y las prisiones que se han expandido rápidamente desde los años de Reagan para albergar a la población superflua desechada por la desindustrialización.

Una diferencia fundamental fue que EE.UU. había logrado la independencia y por ello estaba libre para ignorar las prescripciones de la teoría económica, suministrada entones por Adam Smith en términos bastante similares a los que predican actualmente a las sociedades en desarrollo. Smith instó a las colonias liberadas a producir productos primarios para la exportación y a importar manufacturas británicas superiores, y ciertamente a no intentar el monopolio de bienes cruciales, sobre todo algodón. Cualquier otro camino, advirtió Smith, “retardaría en lugar de acelerar el aumento en el valor de su producción anual y obstruiría en lugar de promover el progreso de su país hacia la verdadera riqueza y grandeza”.

Después de lograr su independencia, las colonias pudieron ignorar su consejo y seguir el camino de Inglaterra en el desarrollo guiado por el Estado independiente, con altos aranceles para proteger la industria contra exportaciones británicas, primero textiles, después acero y otros, y para adoptar otros muchos instrumentos con el fin de acelerar el desarrollo industrial. La república independiente también buscó la obtención de un monopolio del algodón para “colocar a todas las demás naciones a nuestros pies”, particularmente al enemigo británico, como anunciaron los presidentes jacksonianos mientras conquistaban Texas y la mitad de México.

Un camino comparable en Egipto fue bloqueado por el poder británico. Lord Palmerston declaró que “ninguna idea de ecuanimidad [hacia Egipto] debería ser un obstáculo para intereses tan grandes y superiores” de Gran Bretaña como la preservación de su hegemonía económica y política, expresando su “odio” hacia el “ignorante bárbaro” Muhammed Ali quien se atrevió a buscar un camino independiente, y el despliegue de la flota y el poder financiero de Gran Bretaña para terminar con la búsqueda de independencia y de desarrollo económico de Egipto.

Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando EE.UU. desplazó a Gran Bretaña como el "hegemón" global, Washington adoptó la misma posición, dejando claro que EE.UU. no suministraría ayuda a Egipto a menos que se adhiriera a las reglas estándar para los débiles, que EE.UU. siguió violando, imponiendo altos aranceles para excluir el algodón egipcio y causando una debilitadora escasez de dólares. La interpretación usual de los principios del mercado.

No es muy sorprendente que la “campaña de odio” contra EE.UU. que preocupó a Eisenhower se haya basado en el reconocimiento de que EE.UU. apoya a los dictadores y bloquea la democracia y el desarrollo, tal como lo hacen sus aliados.

En defensa de Adam Smith, habría que agregar que reconoció lo que pasaría si Gran Bretaña seguía las reglas de la economía sensata, llamada ahora “neoliberalismo”. Advirtió de que si los fabricantes, comerciantes, e inversionistas británicos se volvían hacia el extranjero, podrían beneficiarse pero que Inglaterra sufriría. Pero pensó que se guiarían por un sesgo nacional, de manera que una mano invisible ahorraría a Inglaterra los estragos de la racionalidad económica.

Es difícil dejar de ver el pasaje. Es la única aparición de la famosa frase “mano invisible” en La Riqueza de las Naciones. El otro importante fundador de la economía clásica, David Ricardo, sacó conclusiones semejantes, esperando que la inclinación por el interior llevaría a las personas acaudaladas a “estar satisfechas con la baja tasa de beneficios en su propio país, en lugar de buscar un empleo más ventajoso de su riqueza en países foráneos”, sentimientos que, agregó, “lamentaría que se debilitaran”. Dejando de lado sus predicciones, los instintos de los economistas clásicos eran sanos.

Las “amenazas” china e iraní

El levantamiento por la democracia en el mundo árabe se compara a veces con Europa Oriental en 1989, pero sobre la base de motivos dudosos. En 1989, el levantamiento por la democracia fue tolerado por los rusos y apoyado por las potencias occidentales siguiendo doctrinas estándar: se ajustaba claramente a objetivos económicos y estratégicos, y por lo tanto era un logro noble, muy honorado, a diferencia de las luchas al mismo tiempo “por defender los derechos humanos fundamentales” en Centroamérica, en palabras del asesinado arzobispo de El Salvador, uno de los cientos de miles de víctimas de fuerzas militares armadas y entrenadas por Washington. No hubo ningún Gorbachov en Occidente durante todos esos horrendos años, y no hay ninguno ahora. Y el poder occidental sigue siendo hostil a la democracia en el mundo árabe por buenas razones.

Las doctrinas del Gran Área siguen aplicándose a crisis y confrontaciones contemporáneas. En los círculos que toman las decisiones políticas y en el comentario político occidental, la amenaza iraní se considera la que plantea el mayor peligro para el orden mundial y por lo tanto debe ser el enfoque primordial de la política exterior de EE.UU., y Europa sigue el rastro cortésmente.

¿Cuál es exactamente la amenaza iraní? Una respuesta fidedigna es suministrada por el Pentágono y los servicios de inteligencia de EE.UU. Informando el año pasado sobre la seguridad global, aclaran que la amenaza no es militar. Los gastos militares de Irán son “relativamente bajos en comparación con el resto de la región”, concluyen. Su doctrina militar es “estrictamente defensiva, diseñada para desacelerar una invasión e imponer una solución diplomática a las hostilidades”. Irán tiene “una capacidad limitada de proyectar fuerzas más allá de sus fronteras”. Con respecto a la opción nuclear: “El programa nuclear de Irán y su disposición a mantener abierta la posibilidad de desarrollar armas nucleares es parte central de su estrategia de disuasión”. Todo citas.

El brutal régimen clerical es indudablemente una amenaza para su propio pueblo, aunque difícilmente supera a los aliados de EE.UU. en ese terreno. Pero la amenaza yace en otra parte, y es ciertamente de mal agüero. Un elemento es la capacidad de disuasión de Irán, un ejercicio ilegítimo de soberanía que podría interferir con la libertad de acción de EE.UU. en la región. Salta a la vista por qué Irán buscaría una capacidad disuasiva; una mirada a las bases militares y las fuerzas nucleares de la región basta para explicarlo.

Hace siete años, el historiador militar israelí Martin van Creveld escribió que “El mundo ha presenciado cómo EE.UU. atacó Iraq sin motivos, como se comrpobó. Si los iraníes no intentara producir armas nucleares, estarían locos”, en especial cuando están bajo una amenaza constante de ataque en violación de la Carta de la ONU. Queda por ver si lo están haciendo, pero tal vez sea así.

Pero la amenaza de Irán va más allá de la disuasión. También trata de expandir su influencia a los países vecinos, destacan el Pentágono y los servicios de inteligencia de EE.UU., y “desestabilizar” de esta manera la región (en términos técnicos del discurso de política exterior). La invasión y ocupación militar de los vecinos de Irán es “estabilización”. Los esfuerzos de Irán por extender su influencia a ellos es “desestabilización”, por lo tanto son evidentemente ilegítimos.

Semejante costumbre es rutinaria. Por lo tanto el destacado analista de política exterior James Chace, utilizó correctamente el término “estabilidad” en su sentido técnico cuando explicó que a fin de lograr “estabilidad” en Chile fue necesario “desestabilizar” el país (derrocando al gobierno elegido de Salvador Allende e instalando la dictadura del general Augusto Pinochet). Es igualmente interesante explorar otras preocupaciones sobre Irán, pero tal vez esto baste para revelar los principios guía y su estatus en la cultura imperial. Como subrayaron los planificadores de Franklin Delano Roosevelt en el alba del sistema mundial contemporáneo, EE.UU. no puede tolerar “ningún ejercicio de soberanía” que interfiera en sus designios globales.

EE.UU. y Europa están unidos en el castigo a Irán por su amenaza a la estabilidad, pero es útil recordar cuán aislados están. Los países no alineados han apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio. En la región, la opinión pública árabe incluso favorece vigorosamente las armas nucleares iraníes. La principal potencia regional, Turquía votó contra la última moción de sanciones iniciada por EE.UU. en el Consejo de Seguridad, junto con Brasil, el país más admirado en el Sur. Su desobediencia condujo a una fuerte censura, no por primera vez: Turquía había sido amargamente condenada en 2003, cuando el gobierno siguió la voluntad de un 95% de la población y se negó a participar en la invasión de Iraq, demostrando así su débil comprensión de la democracia al estilo occidental.

Después de su fechoría en el Consejo de Seguridad el año pasado, Turquía recibió la advertencia del máximo diplomático de Obama para asuntos europeos, Philip Gordon, de que debe “demostrar su compromiso de cooperación con Occidente”. Un experto en el Consejo de Relaciones Exteriores preguntó: “¿Cómo mantener a raya a los turcos?” siguiendo órdenes como buenos demócratas. Lula de Brasil fue amonestado por un titular del New York Times diciendo que su esfuerzo junto a Turquía para dar una solución al problema del enriquecimiento de uranio fuera del marco del poder de EE.UU. era una “Mancha en el legado del líder brasileño”. En breve, haz lo que te decimos, o ya verás.

Un aspecto colateral, efectivamente suprimido, es que el acuerdo Irán-Turquía-Brasil fue aprobado por adelantado por Obama, presumiblemente en la suposición de que fracasaría, suministrando un arma ideológica contra Irán. Cuando tuvo éxito, la aprobación se convirtió en censura, y Washington impuso en el Consejo de Seguridad una resolución tan débil que China la aprobó sin problemas y ahora recibe una reprimenda por ajustarse a la letra de la resolución pero no a las directivas unilaterales de Washington, por ejemplo, en la nueva edición de Foreign Affairs.

Aunque EE.UU. puede tolerar la desobediencia turca, aunque con consternación, cuesta más ignorar a China. La prensa advierte de que “inversionistas y comerciantes chinos llenan ahora un vacío en Irán mientras empresas de muchos otros países, especialmente de Europa, se retiran”, y en particular, está expandiendo su papel dominante en las industrias energéticas de Irán. Washington reacciona con un toque de desesperación. El Departamento de Estado advirtió a China de que si quiere que la acepten en la comunidad internacional –un término técnico que se refiere a EE.UU. y a quienquiera esté de acuerdo con este último– no debe “eludir y evadir responsabilidades internacionales [que] son obvias”: es decir, que siga órdenes de EE.UU. No es probable que China se sienta impresionada.

Hay mucha preocupación por la creciente amenaza militar china. Un reciente estudio del Pentágono advirtió de que el presupuesto militar de China se acerca a “un quinto de lo que el Pentágono gastó para operar y realizar las guerras de Iraq y Afganistán”, una fracción del presupuesto militar de EE.UU., por supuesto. La expansión de las fuerzas militares chinas podría “imposibilitar la capacidad de barcos de guerra estadounidenses de operar en aguas internacionales frente a su costa”, agregó el New York Times.

O sea frente a la costa de China; falta solamente que propongan que EE.UU. elimine fuerzas militares que impidan el acceso al Caribe a los barcos de guerra chinos. La falta de entendimiento de China de las reglas de civilidad internacional es ilustrada además por sus objeciones a los planes de que el ultramoderno portaaviones a propulsión nuclear George Washington se una a ejercicios navales a pocos kilómetros frente a la costa de China, con una supuesta capacidad para atacar Pekín.

Al contrario, Occidente comprende que EE.UU. emprende todas esas operaciones para defender la estabilidad y su propia seguridad. El liberal New Republic expresa su preocupación porque “China envió diez barcos de guerra por aguas internacionales frente a la isla japonesa de Okinawa”. Evidentemente es una provocación, a diferencia del hecho, no mencionado, de que Washington ha convertido esa isla en una importante base militar a pesar de las vehementes protestas de sus habitantes. No es una provocación, sobre la base del principio estándar de que somos dueños del mundo.

Dejando de lado la profundamente arraigada doctrina imperial, hay buenos motivos para que los vecinos de China estén preocupados por su creciente poder militar y comercial. Y aunque la opinión árabe apoya un programa iraní de armas nucleares, ciertamente no deberíamos hacerlo. La literatura de política exterior está repleta de propuestas sobre cómo contrarrestar la amenaza. Pocas veces mencionan una manera obvia: trabajar para establecer una zona libre de armas nucleares en la región (NWFZ). El tema se presentó (de nuevo) en la conferencia del Tratado de No Proliferación (TNP) en la sede de las Naciones Unidas en mayo pasado. Egipto, como presidente de las 118 naciones del Movimiento de los No Alineados pidió negociaciones para una NWFZ en Medio Oriente, como fue aceptado por Occidente, incluido EE.UU., en la conferencia de revisión del TNP en 1995.

El apoyo internacional es tan abrumador que Obama lo aceptó, formalmente. Es una excelente idea, informó Washington a la conferencia, pero no ahora. Además, EE.UU. dejó claro que hay que exceptuar a Israel: ninguna propuesta puede pedir que el programa nuclear de Israel se coloque bajo los auspicios del Organismo Internacional de Energía Atómica o que se publique información sobre “las instalaciones y actividades nucleares de Israel”. Y que no se hable más de este método de encarar la amenaza nuclear iraní.

Privatizando el planeta

Aunque la doctrina de la Gran Área sigue prevaleciendo, la capacidad para implementarla ha disminuido. El pico del poder de EE.UU. fue después de la Segunda Guerra Mundial, cuando literalmente poseía la mitad de la riqueza del mundo. Pero eso declinó naturalmente cuando otras economías se recuperaron de la devastación de la guerra y la descolonización emprendió su tormentoso camino. A principios de los años setenta, la parte de EE.UU. en la riqueza global había disminuido a cerca de un 25%, y el mundo industrial se había hecho tripolar: Norteamérica, Europa y Asia del Este (entonces centrada en Japón).

En los años setenta también hubo un abrupto cambio en la economía de EE.UU., hacia la financialización y la exportación de la producción. Una variedad de factores convergió para crear un ciclo cruel de concentración radical de la riqueza, sobre todo en el 1% superior de la población –en particular directores ejecutivos, gerentes de fondos de alto riesgo, etc.- Eso lleva a la concentración del poder político, de ahí a políticas estatales de aumentar la concentración económica: políticas fiscales, reglas de gobierno corporativo, desregulación, y muchas cosas más. Mientras tanto, los costes de campañas electorales aumentaron enormemente, llevando a los partidos a los bolsillos del capital concentrado, cada vez más financiero: los republicanos por reflejo, los demócratas –ya eran como los que solían ser republicanos moderados– no se quedaron muy atrás.

Las elecciones se han convertido en una charada dirigida por la industria de las relaciones públicas. Después de su victoria de 2008, Obama ganó un premio de la industria por la mejor campaña de mercadeo del año. Los ejecutivos estaban eufóricos. En la prensa empresarial explicaron que habían estado mercadeando candidatos como otras mercancías desde Ronald Reagan, pero 2008 fue su mayor logro y cambiaría el estilo en los consejos corporativos. Se espera que la elección de 2012 cueste 2.000 millones de dólares, sobre todo en fondos de las corporaciones. No es de extrañar que Obama esté seleccionando a hombres de negocios para las máximas posiciones. El público está enojado y frustrado, pero mientras prevalezca el principio Muasher [“Siempre y cuando la gente esté tranquila y pasiva, vamos a hacer lo que queramos”. N. del T.], eso no importa.

Mientras la riqueza y el poder se han concentrado fuertemente, para la mayoría de la población los ingresos reales se estancaron y la gente se las ha arreglado con más horas de trabajo, deudas e inflación de los activos, destruidos regularmente por las crisis financieras que comenzaron cuando el aparato regulador fue desmantelado desde los años ochenta.

Nada de esto es problemático para los muy ricos, que se benefician de una póliza de seguro del gobierno llamada “demasiado grande para caer”. Los bancos y firmas de inversión pueden hacer transacciones arriesgadas, con grandes beneficios,\ y cuando el sistema se derrumba inevitablemente, pueden ir corriendo donde papá Estado a pedir un rescate con dineros públicos, aferrados a sus copias de Friedrich Hayek y Milton Friedman.

Ése ha sido el proceso regular desde los años de Reagan, cada crisis más extrema que la anterior –es decir, para la población general-. Ahora mismo, el verdadero desempleo está a niveles de la Depresión para gran parte de la población, mientras Goldman Sachs, uno de los principales arquitectos de la actual crisis, es más rico que nunca. Acaba de anunciar tranquilamente 17.500 millones de dólares en compensaciones por el año pasado, y su presidente ejecutivo, Lloyd Blankfein, recibió una bonificación de 12,6 millones mientras que triplica su salario base.

No tendría sentido concentrar la atención en hechos semejantes. Por lo tanto, la propaganda tiene que tratar de culpar a otros; en los últimos meses: los trabajadores del sector público, sus inmensos salarios, exorbitantes jubilaciones, etc.; todo fantasía, basada en el modelo de la imaginería "reaganita" de madres negras conducidas en sus limusinas a cobrar sus cheques de la asistencia social, y otros modelos que sobra mencionar. Todos tenemos que apretarnos los cinturones; es decir, casi todos.

Los maestros constituyen un objetivo particularmente bueno, como parte del esfuerzo deliberado por destruir el sistema de educación desde la guardería infantil hasta las universidades, mediante la privatización, de nuevo, bueno para los ricos, pero un desastre para la población, así como para la salud a largo plazo de la economía, pero es una de las externalidades que se deja de lado mientras prevalezcan los principios del mercado.

Otro excelente objetivo, siempre, son los inmigrantes. Ha sido así durante toda la historia de EE.UU., aún más en tiempos de crisis económica, exacerbada ahora por un sentido de que nos están quitando nuestro país: la población blanca se convertirá pronto en una minoría. Se puede comprender la cólera de individuos agraviados, pero la crueldad de la policía es estremecedora.

¿Quiénes son los inmigrantes en cuestión? En el este de Massachusetts, donde vivo, muchos son mayas que huyeron del genocidio en las tierras altas guatemaltecas realizado por los asesinos favoritos de Reagan. Otros son mexicanos, víctimas del NAFTA de Clinton, uno de esos raros acuerdos gubernamentales que se las han arreglado para dañar a la gente en los tres países afectados. Cuando el NAFTA se aprobó bajo presión en el Congreso en 1994, pasando por alto las objeciones populares, Clinton también inició la militarización de la frontera entre EE.UU. y México, que antes era bastante abierta. Se comprendió que los campesinos mexicanos no pueden competir con la agroindustria estadounidense altamente subvencionada, y que las empresas mexicanas no pueden sobrevivir a la competencia con las multinacionales de EE.UU., que deben recibir “trato nacional” bajo los mal bautizados acuerdos de libre comercio, un privilegio otorgado solo a personas corporativas, no a las de carne y hueso. No es sorprendente que esas medidas hayan llevado a una inundación de refugiados desesperados, y a provocar una histeria contra los inmigrantes por parte de las víctimas de las políticas estatales-corporativas dentro del país.

Parece que en Europa sucede lo mismo, donde es probable que el racismo esté aún más desmandado que en EE.UU. Uno puede quedarse pasmado al ver que Italia se queja del flujo de refugiados de Libia, escenario del primer genocidio posterior a la Primera Guerra Mundial, en el ahora liberado Este, a manos del gobierno fascista de Italia. O cuando Francia, que sigue siendo actualmente el principal protector de las brutales dictaduras en sus antiguas colonias, se las arregla para olvidar sus horrendas atrocidades en África, mientras el presidente francés Nicolas Sarkozy advierte sombríamente contra el “flujo de inmigrantes” y Marine Le Pen objeta que no hace nada para impedirlo. No necesito mencionar a Bélgica que podría ganar el premio de lo que Adam Smith llamó “la salvaje injusticia de los europeos”.

El ascenso de partidos neofascistas en gran parte de Europa sería un fenómeno aterrador incluso si no recordáramos lo que sucedió en el continente en el pasado reciente. Hay que imaginar la reacción si los judíos estuvieran siendo expulsados de Francia hacia la miseria y la opresión, y luego se presencia la falta de reacción ante lo que sucede a los gitanos, también víctimas del Holocausto y la población más brutalizada de Europa.

En Hungría, el partido neofascista Jobbik obtuvo un 17% de los votos en las elecciones nacionales, lo que tal vez no sea sorprendente dado que tres cuartos de la población piensa que les va peor que bajo el régimen comunista. Podríamos sentirnos aliviados de que en Austria el ultraderechista Jörg Haider haya obtenido solo un 10% de los votos en 2008, si no fuera por el hecho que el nuevo Partido de la Libertad, desbordándolo por la extrema derecha, obtuvo más de un 17%. Es escalofriante recordar que, en 1928, los nazis obtuvieron menos de un 3% de los votos en Alemania.

En Inglaterra el Partido Nacional Británico y la Liga Inglesa de Defensa, en la derecha ultra-racista, son fuerzas importantes. (Lo que pasa en Holanda lo sabéis demasiado bien.) En Alemania el lamento de Thilo Sarrazin de que los inmigrantes están destruyendo el país fue un enorme éxito de ventas, mientras la canciller Angela Merkel, aunque condenó el libro, declaró que el multiculturalismo había “fracasado del todo”: los turcos importados para hacer el trabajo sucio en Alemania no se convierten en rubios de ojos azules, verdaderos arios.

Los que tengan sentido de la ironía recordarán que Benjamin Franklin, uno de los personajes principales de la Ilustración, advirtió de que las colonias recién liberadas deberían tener cuidado al permitir la inmigración de alemanes, porque eran demasiado morenos; los suecos también. Llegado el Siglo XX, los mitos ridículos de pureza anglosajona eran comunes en EE.UU., incluso entre presidentes y otras personalidades destacadas. El racismo en la cultura literaria ha sido una obscenidad flagrante; mucho peor en la práctica, sobra decirlo. Es mucho más fácil erradicar la poliomielitis que esa horrenda plaga, que regularmente se vuelve más virulenta en tiempos de penuria económica.

No quiero terminar sin mencionar otra externalidad que se desestima en los sistemas de mercado: la suerte de las especies. Un riesgo sistémico en el sistema financiero puede ser remediado por el contribuyente, pero nadie acudirá al rescate si se destruye el medioambiente. Que hay que destruirlo es casi un imperativo institucional. Los dirigentes empresariales que realizan campañas de propaganda para convencer a la población de que el antropogénico calentamiento global es un engaño liberal saben perfectamente cuán grave es la amenaza, pero tienen que maximizar los beneficios a corto plazo y su penetración en el mercado. Si no lo hacen, algún otro lo hará.

Este ciclo vicioso puede resultar letal. Para ver cuán grave es el peligro, basta con analizar el nuevo Congreso de EE.UU. llevado al poder por la financiación y propaganda de las empresas. Casi todos sus miembros niegan el cambio climático. Ya han comenzado a recortar los fondos para medidas que podrían mitigar una catástrofe ecológica. Peor todavía, algunos son verdaderos creyentes; por ejemplo, el nuevo jefe de un subcomité sobre el medio ambiente explicó que el calentamiento global no puede ser un problema, porque Dios prometió a Noé que no habría otro diluvio.

Si cosas semejantes estuvieran ocurriendo en algún país pequeño y remoto, podríamos morirnos de risa. No cuando suceden en el país ''más rico y poderoso'' del mundo. Y antes de reír, también podríamos considerar que la actual crisis económica puede rastrearse en gran medida a la fe fanática en dogmas como la hipótesis del mercado eficiente y en general a lo que el Nobel Joseph Stiglitz, hace quince años, llamó la “religión” que mejor conocen los mercados, que impidió que el banco central y los economistas detectaran una burbuja inmobiliaria de 8 billones [millones de millones] de dólares que no tenía ninguna base en fundamentos económicos, y que devastó al país cuando estalló.

Todo esto, y mucho más, podrá continuar mientras prevalezca la doctrina de Muasher. Mientras la población general sea pasiva, apática, desviada hacia el consumismo o hacia el odio a los vulnerables, los poderosos podrán hacer lo que les dé la gana, y los que sobrevivan tendrán que contemplar el resultado.


* Texto original: http://www.rebelion.org/. Autor: Noam Chomsky. Las partes del texto resaltadas en negrita y rojo son nuestras. 

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