Los habitantes negros en Uruguay representan un 9,1 % (279.429 personas) de la población según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Ellos, cuentan con un rico patrimonio cultural y social, pero llevan consigo el estigma de la pobreza: el 75 % de los afrodescendientes uruguayos, pertenece a los estratos económicos bajo o medio bajo, mientras que en la población blanca esos guarismos son del 46 %.
Como se reitera en otros países Latinoamericanos, si nos fijamos en la situación de la mujer, las cifras empeoran. El 51,9 % de ellas sólo cuenta con educación primaria completa o incompleta. Más aún, el 50 % de las afro pertenecen a trabajos domésticos, que son de los empleos peor remunerados y en los que en muchos casos no se aporta para una jubilación a futuro.
Esta problemática es un hecho (que no se puede negar) que se ha ''normalizado'' con el devenir de la historia. La pertenencia a los estratos más bajos, sumada a una inamovilidad social por un período muy extenso, contribuyen notablemente a esa idea de ''normalidad'' tan poco pensada y percibida por el ''afuera''. Dice Alicia Saura, responsable de la sección de políticas afirmativas para los afrodescendientes del Ministerio de Educación y Cultura, ''Los afro han sido pobres siempre (siempre desde que ''cruzaron'' el Atlántico) y nada o muy poco ha cambiado''.
Exclusión
Un elemento fundamental para perpetuar los mecanismos de discriminación, es la producción de ciertos estereotipos y modelos. Éstos a su vez, ya se acarrean desde la escuela, que es uno de los ámbitos más importantes para la transformación de la realidad. El único afro que aparece en las clases es Ansina en su condición de cebador de mate y no de estratega político - militar que colaborara con Artigas (próser uruguayo). El sistema educativo (en su conjunto) tiene una estrecha relación con el mundo laboral y por lo tanto incide en la movilidad social, entonces, la falta de oportunidades para los afro en cuanto a lo educativo, repercute directamente en sus futuros empleos. Asimismo, la educación uruguaya presenta un claro corte eurocéntrico y ello no contribuye a crear modelos positivos en los que reconocerse.
El colectivo Nzinga, que trabaja en el Mercado Agrícola, busca aportar dichos modelos positivos desde el arte. En palabras de Mónica dos Santos (integrante del colectivo), reivindican: ''Sabemos que existe muy tapadamente ese caretismo que hay del 'está todo bien, yo tengo un amigo negro... pero que mi hija no salga con uno porque me muero'. Hay que sentir en la propia piel, cuando te das cuenta como negra de todo lo que está debajo del tapete. Por qué no estamos en los libros de historia, en la literatura, en la pintura? Por qué no se exponen las obras de pintores afrouruguayos en los museos? Queremos ser ecos de esa voz, por eso estamos acá''. Nzinga, realiza también talleres con niños, donde ponen de manifiesto la cultura africana.
Siguiendo con los niños, Karina Moreira del colectivo feminista antirracista Ubuntu, cuenta algo de su historia en entrevista consedida al semanario Brecha: "me peleaba todo el tiempo porque me decían esto o lo otro. Un día la maestra, en un acto que pretendió ser de defensa ante el ataque de los compañeros, me paró delante de todo el grupo y les dijo: Ella no es negra, es marrón!. La maestra también tenía asociado que negro es igual a feo o malo''. Según Moreira (psicóloga), este tipo de cosas provocan estrés emocional en los niños, ya que en muchos casos dedican más tiempo a generar estrategias para ser aceptados y no agredidos, que al aprendizaje. ''A veces se sienten impulsados a faltar o a desertar del sistema'', agrega. A lo dicho, complementa Nancy Silva (también de Ubuntu), ''Si uno crece subyugado, descalificado, con la idea de que solo es útil para trabajos que nadie quiere hacer, es difícil creer que se tiene valía personal''.
Cómo se rompe ese círculo? Por lo general hay alguien con quien se creció que, independientemente del destaque o la formación, tiene una fuerza vital que impulsa al otro a que crezca. ''El papá mecánico y la mamá modista insistiendo para que siguiéramos. No tenía otra posibilidad que ser universitaria. Para eso trabajaron ellos, para que yo no repitiera sus experiencias'', dice Silva, quien sentencia, ''no hay magia''...
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