Los responsables del asesinato del niño paraguayo Silvino Talavera, los empresarios sojeros Hermann Schlender y Alfred Laustenlager, están libres aunque desde 2005 pesa sobre ellos una condena de cárcel de dos años por homicidio culposo. La familia de Silvino clama por justicia.
Los Talavera - Villasboa piden apoyo nacional e internacional: “Hoy nuevamente, yo, Petrona Villasboa de Talavera, madre de Silvino, y toda mi familia, Juan Talavera (padre de Silvino), sus hermanos, Antonio, Norma, Darío, Ramón, Ignacio, Sofía, Justiniano, Patricia y Silvino Merced Talavera Villasboa, hacemos un llamado de solidaridad a todas las personas, a organizaciones del Paraguay y de todos los países del mundo que se sientan indignados y sean luchadores por la vida”.
La familia tiene en proceso un juicio civil contra Schlender y Laustenlager y la transnacional Monsanto, en el que piden una indemnización por daños y perjuicios. El 7 de enero de 2003 Silvino, de 11 años, murió intoxicado por agrotóxicos usados en los sojales transgénicos de Schlender y Laustenlager en la localidad paraguaya de Pirapey, departamento de Itapúa. La máquina roció a Silvino directamente, por encima del camino por el que el niño pasaba cuando volvía de una carnicería de la zona. Su hermana Sofía, también intoxicada al comer la carne, apenas salvó su vida.
Juan Talavera recordó a los hechos que desencadenaron la muerte de su hijo. Contó que Silvino llegó a su casa al volver de la carnicería con mucho sudor y picazón, dejó la carne a su hermana para que ella cocinara. Al otro día Silvino admitió sentirse muy mal y fue cuando su madre lo llevó a un hospital. Un par de horas luego de haber llegado al centro de salud Silvino falleció.
Schlender y Laustenlager fueron condenados a una pena mínima de dos años de cárcel por homicidio culposo y producción de riesgos comunes en un primer juicio realizado en 2004. Pero debido a una apelación de los empresarios ese juicio fue anulado por la Corte de Apelaciones. No obstante, la familia de Silvino solicitó un nuevo juicio penal que se realizó en forma oral y pública en 2005. Este segundo juicio concluyó con la misma sentencia y condena que el anterior, pero hasta el día de hoy ninguno de los dos procesados cumple su pena de cárcel.
Petrona no encuentra palabras para explicar el dolor de su familia y por qué los empresarios no están presos y siguen usando sus agrotóxicos en la misma zona. “El juicio penal ya se terminó. Ellos tienen que ir sí o sí a la cárcel, pero no van, ellos están en su casa. Lastimosamente no sabemos por qué no van a la cárcel. La verdad que acá en Paraguay la justicia no existe”, dijo Petrona. “Estoy muy destrozada, nosotros ya no tenemos nada más, ni animales ni nada porque gastamos mucho. Fijate que llevamos ocho años de lucha. Es muy duro para mi”, agregó la campesina.
En el llamado a la solidaridad internacional, la familia Talavera – Villasboa recuerda la muerte de su hijo, relata los procesos penales y cuenta sobre el juicio civil que se desarrolla actualmente. Bajo el título “Silvino Talavera vive”, el llamado pide a personas y organizaciones que hagan llegar misivas de apoyo al Juzgado responsable y al propio Poder Judicial paraguayo, así como también a diversos medios de prensa nacionales.
Petrona explicó la demanda civil presentada por su familia y por qué también ese recurso responsabiliza a Monsanto. La empresa de origen estadounidense es propietaria de la soja transgénica RR, que se planta en Paraguay y en la región, y del herbicida glifosato, que se utiliza en esas plantaciones. En 2003 el glifosato no estaba legalizado todavía en Paraguay y entraba al país como contrabando. Según las palabras de Petrona, Monsanto ha reconocido su responsabilidad en el caso pero sus abogados argumentan que ya pasaron los dos años luego de la muerte de Silvino y que, por tanto, la demanda no tiene asidero.
La familia de Silvino tiene diversos problemas de salud como consecuencia de su exposición continua a las fumigaciones con agrotóxicos, moneda corriente en un país en que la soja transgénica ha avanzado ferozmente. Los hermanos y padres de Silvino han padecido problemas pulmonares, estomacales, alergias, dolor de cabeza y de los huesos, entre otras cosas, y hasta el día de hoy necesitan tratamientos médicos que no pueden pagar.
Además, la familia ha seguido siendo perseguida por una tragedia que tiene su causa en el modelo sojero y agroexportador del país. Han sido amenazados y presionados para que abandonen los juicios. Un tío de Silvino, Serapio Villasboa, fue secuestrado y asesinado, al tiempo que Sofía, quien salvara su vida en 2003, vio la muerte de su propio hijo, afectado por los venenos que ella misma ha tenido en sangre.
Angustiosa realidad le toca vivir a una familia que sigue dando lucha, luego de siete años. “Nosotros pedimos la indemnización porque nosotros ya gastamos todo, no tenemos nada nada. La verdad que yo perdí todo, perdí a mi hijo Silvino y perdí a todos mis hijos, porque todos están enfermos, necesitan sus tratamientos, sus medicamentos. Y para eso nosotros pedimos esa indemnización, para que mis hijos sigan con atención médica”. “Demasiado fea es nuestra situación”, sentencia Petrona.
La justicia paraguaya, adormecida y cómplice, mantiene impune el asesinato de un niño a manos de la avaricia empresarial. Sin embargo, todavía está a tiempo de poner las cosas en su sitio y dar algo de paz a una familia campesina que ha sufrido lo inimaginable. Más vale tarde que nunca.
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