A mediados del año 2009, seis meses después de que la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ordenara a las autoridades sanitarias investigar acerca de la toxicidad del herbicida Glifosato, la embajada de Estados Unidos en el país comenzó una operativa de lobby a favor del agrotóxico y su fabricante, la también estadounidense Monsanto. Así lo reveló esta semana el diario argentino Página 12.
La presidenta había ordenado la investigación preocupada por los impactos del Glifosato sobre la salud de la población, particularmente frente a denuncias referentes al aumento de padecimientos de cáncer y de malformaciones en niños y niñas a raíz de la utilización del químico. Al mismo tiempo, la embajada estadounidense apoyó al Glifosato ante el organismo argentino responsable de garantizar y certificar la sanidad y calidad de la producción agropecuaria, el SENASA, presentando estudios, que como se sabe y es costumbre de Monsanto, en muchos casos son falsos, los cuales respaldaban la utilización del herbicida. La embajada decidió presentar estos documentos como respuesta a estudios que cuestionaban al Glifosato realizados por parte de expertos argentinos, en especial uno llevado a cabo por el toxicólogo Andrés Carrasco con embriones de pollo, que fue difundido por Página 12.
La embajada actuó de esta forma para defender los intereses de Monsanto, empresa a la que por el volumen de sus ventas del herbicida en Argentina califica como la “víctima circunstancial más prominente y más vulnerable a los ataques”. Obviamente que aquí las únicas víctimas que hay son los pobladores argentinos, especialmente los relacionados directamente a las tareas rurales, que son quienes sufren los perjudiciales impactos sobre su salud, ocasionados por el agrotóxico producido por Monsanto.
La investigación encargada por la presidenta Fernández aún no ha finalizado: de concluir que el Glifosato causa daños en la salud humana, podría ser la base que limitaría o incluso prohibiría el uso del herbicida en la Argentina. Ya se ha comprobado con diversos estudios y con la simple observación de lo que ocurre con los pobladores que están en contacto directo con el químico, que el Glifosfato es dañino para la salud, por lo tanto si se concluyera lo contrario, estaríamos ante un caso (ya no son pocos) de ocultamiento de información en pro de Monsanto.
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