Germán Jácome
Agronegocio con financiamiento estatal, obras de infraestructura, represas y el furor de los agrocombustibles amenazan la supervivencia campesina en la provincia de Los Ríos, en la región litoral de Ecuador.
“Estamos ante una guerra interna de baja intensidad” contra la producción campesina, enfatiza el agrónomo Germán Jácome, Presidente del Centro Agrícola Cantonal de Quevedo, en la provincia ecuatoriana de Los Ríos.
La disputa por la tenencia de las fértiles extensiones de tierra y el agua de riego que abunda en la llanura que rodea a esta ciudad está motorizada por el capital, del cual las empresas piñeras, bananeras y palmeras disponen en buena cantidad. Pero cuando ello no es suficiente y los campesinos deciden no enajenar sus parcelas aparecen las fumigaciones aéreas con herbicidas, que terminan con los cultivos y envenenan sus ganados, el cierre de caminos, las demandas legales y la criminalización.
Pese a que en el último año el Centro Agrícola que conduce Jácome se ha visto fortalecido en su convocatoria, los campesinos no encuentran herramientas eficaces frente al avance arrollador de la agricultura empresarial, en tanto los suburbios de la ciudad de Quevedo ven desaparecer los recintos campesinos y se transforman en regiones dormitorio para miles de braceros que son la fuerza de trabajo en las plantaciones.
“Mientras cada día se hace más difícil para el campesino permanecer en el campo, el capital avanza y crece, concentrando tierras, concentrado el agua”, dice Jácome y añade que a ello se suman megaproyectos como hidroeléctricas, trasvases, carreteras de tránsito pesado “porque nos encontramos en el eje multimodal Manta-Manaos” en el marco del proyecto IIRSA (Integración de la Infraestructura Regional Suramericana).
Germán Jácome denuncia asimismo que el furor por los cultivos destinados a carburantes (como la caña azucarera o la palma africana) no solamente reposa en el capital privado, sino que desde el propio Estado ecuatoriano y a través de la Corporación Financiera Nacional se solventan proyectos a los cuales no se les exigen estudios de impacto ambiental o social en cuanto a desplazamiento de comunidades asfixiadas por el minifundio.
Recuperar los espacios de la denuncia hacia los megaproyectos, que además signifiquen enriquecer el componente político de las poblaciones rurales ha sido uno de los objetivos de la reactivación del Centro Agrícola Cantonal de Quevedo, tradicionalmente vinculado a los grupos de interés del agrarismo tradicional de élite, explica Jácome.
“Estamos todavía en lo que yo denomino una especie de tsunami, de borrachera política que no nos permite tener demasiada claridad”, añade. “Nuestra perspectiva es garantizar que los campesinos y las campesinas junto a sus familias sigan asentados, viviendo y produciendo en el campo, que es la única forma para que este país pueda cumplir con su precepto constitucional de asegurar la soberanía alimentaria”.
Definiendo al proyecto de construcción de la Represa Baba, sobre el río del mismo nombre por parte de la brasileña Odebrecht como uno de los “más oscuros y corruptos” en la historia de su provincia, Los Ríos, que cuenta con un potencial hidrológico atractivo para las inversiones extranjeras, Jácome señala que “estos proyectos no pueden ser considerados jamás como aislados unos de otros”.
El propio Jácome estuvo amenazado de muerte por organizar la resistencia a la construcción de dicha represa y señala que, de no haber mediado la intervención de organizaciones como Acción Ecológica o FIAN Ecuador, que dieron acompañamiento y visibilidad a dicha lucha “quizá yo mismo hoy no podría estar con vida”.
Germán Jácome realiza una evaluación de las perspectivas de llevar adelante una plataforma de lucha común por parte de las organizaciones campesinas, del llano y de la sierra ecuatorianos.
“Hoy hay que tener claras distinciones políticas respecto a temas como el agua, la tierra (...) frente al tema agrario. Hoy hay leyes muy diferenciadas a favor del capital y el proceso de aprendizaje de las organizaciones sigue estando en un momento de confusión, de borrachera política. La fraseología está en la ley, en la Constitución, pero en la práctica es otra cosa, donde los ricos acumulan cada vez más riquezas”. “El nuevo régimen no es otro que el que ya existía (...) pero con una camiseta verde”, concluye.
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