Entre los últimos días de 2010 y los primeros de este año fueron descubiertas varias estancias en la provincia argentina de Buenos Aires con cientos de trabajadores en condiciones de esclavitud y grosera vulneración de los más elementales derechos humanos. Los casos, ya en manos de la ''justicia'', involucran a importantes empresas, entre las que se destaca la transnacional granera Nidera, de origen holandés.
El Movimiento Nacional Campesino Indígena de Argentina (MNCI) advierte que estos casos son normales en el campo de ese país, como una de las “caras de la agricultura industrial” y señala que “es urgente transformar el modelo agropecuario nacional” aunque no sea sencillo.
El pasado 30 de diciembre el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires realizó una inspección en la estancia El Algarrobo, ubicada en el Paraje Beladrich del partido de San Pedro. La finca tiene unas 1.600 hectáreas, de las cuales 200 están arrendadas a Nidera.
Los resultados del allanamiento son propios de un régimen de esclavitud. Nidera, acusada en Argentina de evasión impositiva por cifras millonarias, tenía encerrados a 130 trabajadores, niños, adolescentes y adultos, para la cosecha del maíz. Los obreros trabajaban diez horas al rayo del sol, no sabían dónde estaban, no podían salir, no tenían luz ni agua y se les descontaba del salario en negro, que ni siquiera conocían, las provisiones que la empresa les vendía a precios altísimos, según reportó el diario argentino Página 12. El reclutamiento de los trabajadores, de condiciones económicas muy precarias, se había hecho en la provincia de Santiago del Estero.
El 4 de enero la justicia allanó la estancia La Luisa, también en el paraje Beladrich y encontró a 69 trabajadores en condiciones muy similares a los del predio de Nidera, también trasladados desde Santiago del Estero. Habían menores que los empresarios se llevaron de la finca antes que llegara la inspección. En este caso, la empresa infractora es la argentina Southern Seeds Production, dedicada también a los agronegocios.
De acuerdo a Página 12, que estuvo en el allanamiento, los obreros desfloraban maíz todos los días durante 12 horas y para dormir contaban con unas 30 camas cuchetas ubicadas dentro de una carpa de lona. No tenían baños ni luz, los alimentos perecederos eran conservados a la intemperie y el agua para bañarse se trasladaba en recipientes de agrotóxicos. Los campesinos tampoco podían salir de la estancia, porque corrían riesgo de perder todos el empleo.
Posteriormente, la justicia hizo otra inspección en el partido de Ramallo, también provincia de Buenos Aires y encontró a 150 trabajadores en condiciones infrahumanas, entre ellos varios niños, en la estancia Santa Celestina y otra situada enfrente, las dos de la empresa granera argentina Satus Ager.
Los obreros, también santiagueños y abocados a la desfloración del maíz, vivían en trailers o galpones de chapa, saturados de camas cuchetas en medio de un hacinamiento notorio, como constató Página 12. No tenían agua potable, baños, luz ni lugar donde mantener los alimentos frescos. También tenían prohibido salir de las fincas.
En los tres casos están en curso investigaciones judiciales por trata de personas. El MNCI destaca en un comunicado público que los hechos descubiertos en San Pedro y Ramallo no son casos aislados, sino inherentes al modelo de agricultura industrial defendido por los grandes terratenientes del país y las corporaciones transnacionales de los agronegocios.
El movimiento campesino, que es parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y La Vía Campesina, señala también otras caras de ese modelo agrícola: la feroz usurpación de predios de pueblos originarios, la concentración de la tierra y el agua en pocas manos, la represión y asesinato de campesinos e indígenas, el amontonamiento irracional de población en las grandes ciudades y la consecuente falta de vivienda y trabajo, entre otras cosas.
“Los flagelos mencionados no pueden eliminarse sin una transformación profunda del modelo, que no será sencilla”, reconocen los campesinos argentinos. Agregan que: “el camino es la agricultura familiar, campesina, originaria, donde la tierra y el agua no sean mercancías, sino elementos vitales con los cuales el Estado planifique el desarrollo de nuestra patria, un campo poblado de pueblo arraigado con tecnología adaptada a las necesidades de la producción y no a los negocios de las corporaciones”.
“Es urgente un programa que impulsemos entre las organizaciones sociales y políticas, sumando fuerzas y luchas desde el campo y la ciudad para lograr la soberanía alimentaria”, sintetiza el MNCI.
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