Este Primero de Mayo en Colombia se registraron a nivel nacional, con especial relevancia en Bogotá y Cali, las más grandes movilizaciones sociales de los últimos años en conmemoración del día internacional de los trabajadores. Como reacción, el gobierno saliente de Álvaro Uribe desplegó brutales operativos represivos.
La coyuntura política colombiana, precedida de los grandes escándalos por persecución contra opositores, magistrados y periodistas, así como las regresivas políticas agrarias, laborales y de seguridad social, desde el gobierno central llevaron a diversos sectores sociales, no solo sindicales, a manifestarse en contra de la continuidad de estas políticas y a exigir nuevas condiciones de trabajo y de política social.
Para el régimen también fue una fecha importante, ya que el accionar de las fuerzas policiales fue premeditado, sistemático y altamente planificado. Con el objetivo de disolver las marchas e impedir las concentraciones sociales se aplicó la provocación, intimidación, abuso de la fuerza, detenciones ilegales y desapariciones temporales.
El resultado: cientos de personas agredidas, periodistas y defensores de Derechos Humanos detenidos y ultrajados, estudiantes, mujeres y niños golpeados; y un movimiento social notificado de la firme decisión de no permitir el ascenso de la protesta social.
Informalidad y violencia
El sindicalista Tulio Murillo, analizó la grave situación de pobreza y marginación por la que atraviesa el pobladísimo sector de trabajadores informales colombianos. Esta desigualdad de los asalariados se ha agudizado en el último cuarto de siglo de ferviente neoliberalismo en la tierra de las tres cordilleras. “De veintiuno o veintidós millones de pobres que existen en Colombia, podemos hablar de un cuarenta por ciento que está en la informalidad, es decir que no tienen prestaciones sociales, que no perciben salarios, y son trabajadores pero sufren más que nosotros los trabajadores que gozamos de un salario”, señaló Murillo.
Murillo aborda la crítica situación de represión contra aquellos trabajadores que encabezan procesos de sindicalización. Las cifras son escalofriantes: “cada dos días un dirigente sindical es asesinado”, afirma. “En los últimos diez años –precisó Murillo- aparecen más de dos mil quinientos dirigentes sindicales asesinados, de los cuales el noventa y nueve por ciento están en la impunidad”.
El sindicalista también apuntó que “los organismos de seguridad del Estado que son tan eficientes para otros asuntos” como “cuando se trata de perseguir la oposición”, no han sido tan “eficientes” en estos asuntos para investigar de dónde provienen estos asesinatos.
Por su parte, William, sindicalista de base en Cali, explica por qué bajo el actual sistema productivo, económico y laboral en Colombia “las posibilidades de encontrar nuevos espacios laborales, nuevas empresas en formación, la creación de espacios, es imposible”.
En relación al desmantelamiento de las empresas estatales, William señala que “esas grandes empresas tradicionales que generaron una estabilidad laboral para muchas familias durante muchos años, este gobierno las ha vendido al mejor postor, inclusive por debajo del precio comercial muchas de ellas”. A ello se agrega que “con las nuevas tecnologías que llegan, muchos de los nuevos dueños bajan la cantidad de personal laboral en un ochenta o noventa por ciento aproximadamente, entonces todas estas familias que dependían de esta forma de trabajo, hoy día no hay espacios de trabajo que los puedan recoger”. “Es por eso que hoy encontramos que un gran porcentaje de las familias trabajadoras de Colombia están en las calles en el rebusque, están intentando sobrevivir de cualquier manera, inclusive la ‘piratería’ ha sido una de las mejores alternativas para la gente, la verdad es que la piratería hoy día está generando más empleos que la política de gobierno”, señaló William en la movilización en Cali.
Según varios medios, desde la mañana del sábado Primero de Mayo, cuando la Plaza de Bolívar de Bogotá se colmaba con las manifestaciones, más de 12.400 efectivos de la Policía Nacional desplegados en Bogotá reprimieron la protesta social en varias zonas de la capital. Otro tanto aconteció en la ciudad de Cali, capital del departamento de Valle del Cauca, donde operó el sanguinario Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), con un saldo de ochenta manifestantes heridos, treinta detenidos y media docena de desaparecidos temporales.
William señaló que “para mostrarle a la comunidad internacional lo que pasó ahora el Primero de Mayo, donde las ‘fuerzas del orden’ son las que han generado el caos para que no se generaran las marchas, que en los últimos quince años creo que es la mayor marcha de Primero de Mayo en Colombia, y lo que hicieron fue disolverlas con todas las estrategias posibles”.
El trabajador caleño dijo que en la marcha en esa ciudad participaron “mujeres con sus niños y sus niñas y tuvieron que salir huyendo por los gases y los posibles golpes que venían de las fuerzas policiales. Creo que hoy Colombia más que nunca está viviendo la peor crisis a nivel de sociedad”.
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