El Pantanal es una inmensidad de 147,574 km2 y es parte de un territorio más grande aún, la cuenca del Alto Paraguay, lo que suma 362,376 km2 sólo en territorio brasileño, el doble del tamaño de Uruguay. Si bien es el bioma, o paisaje bioclimático, mejor conservado de los seis que existen en Brasil (''sólo'' el 15% de su vegetación original ha sido deforestada), ya presenta graves signos de degradación, como la continua matanza de caimanes y la falta de una eliminación adecuada de gran parte de los residuos urbanos.
Hay grandes intereses económicos que se están volcando hacia esta región suroccidental, generando preocupación entre ambientalistas, científicos y, sobre todo, sus habitantes, todos unidos en la búsqueda de un desarrollo sostenible de esta parte del país.
Lamentablemente, todavía es poca la atención que la sociedad brasileña e internacional presta al Pantanal (el humedal más grande del mundo ubicado entre los estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul) contrariamente a lo que ocurre con la Amazonia. Y eso, a pesar de que el Pantanal es Patrimonio Natural de la Humanidad y Reserva de la Biosfera.
Sin embargo, un claro indicio de que el Pantanal está ocupando un lugar cada vez más importante en la agenda científica brasileña ha sido la creación de dos nuevas instituciones científicas en los últimos años, en el ámbito del Ministerio de Ciencia y Tecnología, orientadas directa o indirectamente a la región. Son el Centro Nacional de Investigaciones del Pantanal, con sede en la Universidad Federal de Mato Grosso (UFMT), en Cuiabá, y el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología en Áreas Húmedas, también bajo la coordinación de la UFMT.
La gran pregunta es cómo el Pantanal puede desarrollarse sobre bases sostenibles, conservando su impresionante biodiversidad y bienes naturales. Se debe determinar cómo se seguirá desarrollando la ganadería en la región.
Ganadería certificada
La ganadería existe en el Pantanal desde inicios del siglo XVIII y a diferencia de lo que viene sucediendo en la Amazonia, allí no se ha producido deforestación intensiva para la generación de pastos, como indica un estudio coordinado por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa)-Pantanal, que contó con la participación de varias organizaciones no gubernamentales.
El ganado de los pantanos se alimenta de pastos naturales y cultivados, pero incluso en el periodo de sequía la oferta alimentaria es grande. Los animales buscan alimentos incluso en los capões, agrupaciones dispersas de árboles, como si fueran islas. Los capões llegan a tener decenas de especies de plantas.
Ya se practica la ganadería orgánica, y hay una fuerte tendencia a ampliar la ganadería certificada en el Pantanal, según el presidente de la Asociación Brasileña de Ganadería Orgánica, Leonardo Leite de Barros. “El consumismo consciente está aquí para quedarse”, afirmó en una mesa redonda durante el V Simposio sobre Recursos Naturales y Socioeconómicos del Pantanal, celebrado a fines del 2010 en Corumbá, Mato Grosso do Sul.
El Pantanal tiene cerca de 4 millones de cabezas de ganado, 2% de la carne de vacuno brasileña, de 200 millones de cabezas, una de las más grandes del planeta.
La pesca, otro recurso
“Siempre me han apasionado los peces”, confiesa la doctora Emiko Kawakami de Resende, que llegó en 1985 para trabajar en Embrapa-Pantanal y hoy dirige la institución. Kawakami explica que en esos años se produjo un gran avance en los conocimientos sobre el Pantanal, gracias a los esfuerzos de investigadores, instituciones como Embrapa-Pantanal, la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul (UFMS) y la UFMT, entre otras, además del empeño anónimo y generoso de personas como Américo Sousa.
Sousa, de 62 años y pescador desde los 12, conoce “todo” sobre la dinámica de los ríos pantaneros. Y la mitad de esos cinco decenios de experiencia directa con las aguas de la cuenca del Paraguay fue dedicada precisamente a apoyar la investigación realizada por los expertos de Embrapa y otras organizaciones. Con siete hijos, Sousa dice que lo “debe todo” a los ríos, a los peces.
Son personas como estas las que han propiciado un nuevo panorama para el Pantanal, que tiene la posibilidad de seguir caminos de desarrollo realmente sostenibles, que tengan en cuenta las peculiaridades del bioma y también las demandas, sueños y desafíos de su población, ya que su trabajo es sustentable desde el comienzo: trabajan en conjunto con la población local, para alcanzar las soluciones.
Si bien los habitantes del Pantanal son apasionados por los ríos, por los animales, por la vida de la región, las dificultades son numerosas. Una encuesta de la UFMS llevada a cabo por el ingeniero agrónomo Marcos García de Henrique dos Anjos y otros autores entre 35 familias que sumaban 198 personas dedicadas directa o indirectamente a la pesca artesanal en Porto Murtinho, Mato Grosso do Sul, constató algunos desafíos importantes, tales como la disparidad en los indicadores de calidad de vida entre población rural y población urbana.
En la zona rural, 57.14% no tenía títulos de propiedad de su vivienda y 21.4% vivía en casa cedida. En la zona urbana, 57% tenía casa propia. Aun así, sólo 5% de los hogares en la ciudad contaba con alcantarillado y 48% utilizaba fosa séptica. En la zona rural, 64% consumía agua de pozo y en la ciudad, 95% era atendida por la empresa estadual de saneamiento.
Una herramienta importante, que tiende a multiplicarse en el escenario del uso sostenible de los bienes naturales en biomas como el Pantanal y la Amazonia, es la zonificación socioeconómica. Un trabajo de Cristhiane Oliveira de Graça Amânciom y otras autoras, de Embrapa-Agrobiología, se llevó a cabo entre la población ribereña de la Comunidad de Castelo, en Corumbá. La zonificación socioeconómica reveló, entre otros puntos, que 59% de los encuestados tenía sólo educación primaria, el mercado local trabaja principalmente a través del trueque y, con la decadencia de la ganadería, la pesca asume cada vez más el papel de generador de proteína animal. A diferencia de lo que muchas personas creen, vivir del trueque no es símbolo de ''atraso'', sino de sustentabilidad y dignidad, en la que por ejemplo los alimentos, básico para la vida de cualquier persona, no se valoriza en el mercado, sino que se intercambia mediante el trabajo de un@s y otr@s.
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