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lunes, 7 de febrero de 2011

Café amargo


Subidos a los arbustos de café, Evelin, de seis años y Carlos, de ocho, seleccionan el grano maduro rojo resplandeciente y van llenando un recipiente plástico atado a la cintura, en medio del verdor del cafetal, 120 km al este de la capital de Honduras"Hay veces que me corto hasta (completar el equivalente de) siete latas al día", dice Evelin sin interrumpir su tarea y apartando con habilidad las ramas que le estorban para cortar en la finca La Tomacita.

Quizás Evelyn no sepa contar porque apenas está empezando la escuela y parece improbable que corte las siete latas, cada una de las cuales equivale a casi 8 kilos de los exquisitos granos tipo arábiga, el de mayor calidad del mundo y que esta semana superó los 2,34 dólares la libra.

"El dinero que gano se lo doy a mi mami", dice a su turno Carlos, quien afirma llegar a cuatro latas en jornadas de 10 horas que inician al amanecer, lo que le representa un poco más de ocho dólares.

Más de 100.000 personas cultivan 237.000 hectáreas de café en 15 de los 18 departamentos de Honduras, constituyéndose en un elemento importante de las economías locales y según cifras ''oficiales'', la industria genera un millón de empleos directos e indirectos y aporta el 14% al Producto Interno Bruto (PIB).

Pero los ''maravillosos'' números del café haitiano esconden algo: muchos de los cosechadores son niños, ya que, argumentan vagamente los caficultores, no hay mano de obra disponible porque los cortadores tienen que internarse en las montañas, en muchas ocasiones bajo la lluvia y un clima muy frío.

Emplear a niños "puede ser prohibido pero hay escasez de mano de obra, y no se puede dejar caer el café" cuando ya está maduro, afirma, al parecer sin importarle nada, Faustino González, el propietario de la finca. Podríamos perfectamente rearmar la frase y decir: no me importa que sea inhumano hacer ''trabajar'' a niñ@s, ni que sea ilegal, lo único que me interesa es no perder mis ganancias, es lo que parece querer decirnos este señor

"Cada día se halla menos mano de obra y por eso acudimos a cortadores de todas las edades", agrega González"Lo que hacemos es que los niños siempre andan con el padre o la madre para que los estén viendo que no tienen peligro por donde andan", añade el caficultor, explicando que "a veces hay pendientes en las fincas y se pueden deslizar o golpearse en una piedra o un tronco", lo cual no cambia nada al respecto del ''trabajo'' de los más pequeños. Entre los diez países donde los gobiernos no controlan el trabajo infantil se encuentra Honduras y su cosecha cafetera.

Un poco más lejos, David y Darwin, ya más ''grandecitos'', de 12 y 14 años, que junto a su padre, Santos Vásquez, cortaban antes en La Esmeralda, otra finca cercana, trabajan contra reloj para comprarse ropa y zapatos. "Espero, por lo menos, ajustar (llegar a la meta) para el estreno de la Navidad", dice Darwin, quien terminó su escuela primaria, sexto grado y sabe que no podrá ir a la secundaria por falta de dinero.

Todos ellos forman parte del grupo de 15 a 20 personas que cada día laboran en las 12 héctareas del señor Faustino González y quien espera cosechar unos 200 sacos de 48 kilogramos cada uno.

A pesar de que gran parte de las ganancias son a costillas de l@s niños, parece no importar: parte de una operación que en la campaña anterior (del 1 de octubre del 2009 al 30 de setiembre del 2010) le dejaron al país 610 millones de dólares por la exportación de 4 millones de sacos, según el Instituto Hondureño del Café (Ihcafe).

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