Un estudio científico realizado por el Hospital Universitario Sherbrook en Quebec, Canadá, confirmó la presencia de toxinas producidas por cultivos transgénicos en la sangre de mujeres embarazadas y fetos. Aunque, los científicos no han especulado sobre los efectos que esto podría tener para la salud, al no ser el objetivo de su estudio, la investigación indica que la fuente más probable de esta presencia es el consumo de alimentos transgénicos.
David Sánchez, responsable de Agricultura y Alimentación de la organización Amigos de la Tierra, destacó que estos resultados demuestran que las proteínas Bt procedentes de los cultivos transgénicos sobreviven en el sistema digestivo y pasan a la sangre, algo que muchas ''autoridades'' a lo largo y ancho del planeta tierra afirmaron que no ocurriría.
Los resultados cuestionan la validez del proceso de evaluación de estos alimentos y son un ejemplo más de los efectos inesperados y preocupantes que generan los alimentos modificados genéticamente, sostuvo Sánchez. En tal sentido remarcó que es necesario aplicar el principio de precaución y prohibir tanto el cultivo como la importación de alimentos transgénicos.
Los resultados del estudio realizado en el Hospital Universitario de Quebec muestra que la proteína tóxica insecticida Bt Cry1Ab estaba presente en el 93% de las mujeres embarazadas, el 80% de los cordones umbilicales y el 67% de las mujeres no embarazadas. Los resultados fueron expuestos en la revista científica Reproductive Toxicology, e indica que se analizaron muestras de sangre de mujeres embarazadas, de cordones umbilicales y de mujeres no embarazadas.
Estudios pro transgénicos carecerían de confiabilidad
Por otro lado, científicos portugueses y españoles alertanron en sendas publicaciones del grave conflicto de intereses en la investigación sobre riesgos de los transgénicos para la salud.
El estudio efectuado por investigadores de la Universidad de Oporto revela la preocupante relación entre la financiación y los resultados en los estudios sobre riesgos para la salud de los transgénicos.
El informe publicado en Food Policy, una reconocida revista científica en el campo de la economía y política agraria, confirma la estrecha relación entre quién financia o para quién trabajan los científicos y los resultados favorables para la seguridad de los transgénicos.
En la misma dirección un artículo publicado por el Catedrático de Toxicología de la Universidad Rovira i Virgil, José L. Domingo confirma que los estudios que sostienen la seguridad de los alimentos transgénicos son patrocinados en su mayoría por el sector industrial, es decir, por las mismas empresas que los fabrican.
Transgénicos en Europa
España es el único país de la Unión Europea (UE) que cultiva transgénicos a gran escala. En 2010 se cultivaron aproximadamente 67.000 hectáreas del maíz transgénico MON810, modificado para producir la toxina insecticida Bt, la misma que se destaca en el estudio canadiense.
A diferencia del país peninsular Austria, Francia, Alemania, Hungría, Italia o Luxemburgo prohíben su cultivo por sus incertidumbres para la salud, sus impactos ambientales y la imposibilidad de evitar la contaminación genética de los cultivos convencionales y ecológicos.
Dacian Ciolos, Comisario de Agricultura de la UE, afirmó recientemente que la agricultura europea no debería estar basada en la producción de alimentos baratos a cualquier coste y que los transgénicos no cumplen con la calidad que exigen las personas consumidoras.
La organización Amigos de la Tierra exigió al gobierno español que promueva estudios independientes para evaluar la presencia de esta toxina en la población española y los posibles efectos para la salud. “La complicidad del Ministerio de Medio Ambiente con la industria de los transgénicos nos expone a un riesgo inaceptable, no hay motivos que justifiquen la presencia de transgénicos en nuestra agricultura y en nuestra alimentación”, concluyó su representante David Sánchez.
Latinoamérica
En Latinoamérica, el cultivo de transgénicos se ha expandido vertiginosamente en la última década. Los países que más han intensificado la producción en este sentido han sido Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Ya sean para combustibles o para alimentos, desde soja hasta maíz, cada vez son más las hectáreas destinadas a trangénicos, en menos manos (extranjeras) y cada vez menos la producción natural y familiar.
En cuanto a las plantaciones, el único país que elaboró un plan para erradicar los trangénicos ha sido Bolivia, en un proceso que llevaría unos 5 años. En cuanto al resto de los países, se cultiva cada vez más, no existen leyes reguladoras y el tema jamás es colocado en la opinión pública, ni por los políticos, ni por los medios masivos de comunicación.
En lo que refiere a la alimentación, no existe una ley exija que los alimentos lleven especificado con alguna etiqueta si son transgénicos o naturales. Es decir que, a sabiendas de lo perjudiciales que son este tipo de ''alimentos'', no se le dice a la población ni sus efectos ni lo que está consumiendo para alimentarse. Es una especie de ''matanza silenciosa'', como ocurre en otras partes del mundo también.
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