En ''América Latina'' la difícil situación por la que atraviesan los niños indígenas ''trabajadores'', empeora cada día e incluso su integridad física es amenazada por el flagelo de la explotación sexual, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El informe señala que el desplazamiento de indígenas a las capitales ha ocasionado el ''trabajo'' infantil urbano, con el agravante de que las ocupaciones se dirigen al trabajo “informal”, doméstico o la mendicidad.
Pero lo más grave es que ante la necesidad de obtener recursos básicos como alimentos para poder sobrevivir, muchas de las niñas terminan siendo captadas y explotadas sexualmente por mafias cuyas conexiones se multiplican en ''América Latina''.
Ya no sólo son los indígenas adultos los que sufren con el desplazamiento forzado, la presión de las guerrillas, los paramilitares o narcotraficantes; sino que sus niños se ven abocados a las peores formas de ''trabajo'' infantil, como la explotación sexual. “En las carreteras y en vías interurbanas de mayor tránsito, en las esquinas de los semáforos y en los mercados públicos de las ciudades, desde los 9 años de edad, o incluso menos, niños y niñas participan en la venta de productos alimenticios de preparación casera y artesanías“, reseña el estudio.
Explica que los niños indígenas que han migrado a las ciudades, trabajan por largas horas en situaciones de peligro, muchas veces en las calles, a menudo en condiciones de riesgo físico, psíquico y moral. “La dedicación a estas actividades puede variar a lo largo del año. En algunas actividades los niños varones son mayoritarios; algunas de estas actividades las desempeñan en compañía de sus padres o madres (por ejemplo, el reciclaje)”.
Diferentes tipos de ''trabajos''
Los procesos de migración y desplazamiento de las familias a las ciudades han promovido la mendicidad, como es el caso de los Embera, los Sikuani, los Wayúu e indígenas de la Sierra de Santa Marta, donde niños y niñas recorren calles y sitios públicos dedicados a la mendicidad.
Aunque el trabajo doméstico de niñas indígenas se realiza mayormente en las ciudades, también ocurre en los pueblos y en el campo y, en la mayoría de los casos, la remuneración la establece la persona que contrata.
Los niños Wayúu (comunidad que habita entre las fronteras de Colombia y Venezuela) trabajan en la industria de la construcción cargando objetos muy pesados por rampas, corriendo el riesgo de sufrir accidentes graves por lesiones o caídas. También trabajan como recicladores del botadero de residuos de la ciudad de Ríohacha, donde diariamente se vierten toneladas de basura a cielo abierto formando enormes focos de contaminación.
Centenares de familias Wayúu, algunas de las cuales viven allí, con cerca de 60 a 100 niños y niñas entre los 6 y 17 años, ingresan a diario para buscar alimentos entre los residuos y se dedican al reciclaje sin ninguna seguridad ni higiene, con riesgo de contraer enfermedades.
De otro lado, entre los Embera, tanto hombres como mujeres jóvenes suelen trabajar por una remuneración inestable como cargueros en los puertos de los pequeños pueblos.
Los jóvenes Guahibo se contratan como profesores de escuelas, promotores y auxiliares de salud, madres comunitarias y técnicos, lo que trae un efecto positivo a las comunidades ya que su trabajo está enfocado al beneficio de todo el pueblo.
Niños, niñas y adolescentes Kamintsá e Inga que residen en la zona urbana participan en actividades del comercio: almacenes de calzado, venta de ropa, víveres, etc. Los adolescentes estudian y al mismo tiempo trabajan por dos días o toda la semana de seis a ocho horas.
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