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miércoles, 10 de marzo de 2010

Luchadores para no olvidar 6: Alfredo Zitarrosa, la voz del canto popular Uruguayo

Alfredo Zitarrosa

Adelantándonos en el tiempo, presentamos en ''Luchadores para no olvidar'', a la persona de Alfredo Zitarrosa debido a que en el día de hoy, si estuviese vivo, estaría cumpliendo 74 años. Para el imaginario del pueblo Uruguayo ha sido y es uno de los cantantes más importantes en la historia del país y sus canciones de protesta han calado hondo en el pueblo.

Alfredo Zitarrosa, nació en Montevideo, Uruguay, el 10 de marzo de 1936. Su vida en una zona rural del país hasta su adolescencia, influye notoriamente en lo que será su repertorio, esencialmente de raíz campesina. Durante varios años se desempeñó como locutor en radios y fue periodista en diversos medios, como la revista Marcha (dirigida por Carlos Quijano) para la cual se desempeñó como cronista.

Se inicia como cantor profesional en el Perú, en 1963, cuando a instancias de un amigo suyo se presenta en un programa televisivo de la ciudad de Lima. Durante su viaje de regreso al Uruguay, canta en un programa radial de la ciudad de La Paz, Bolivia. La difusión radial sorpresiva de algunas canciones que había grabado a instancias de sus amigos, compañeros de labor, caló hondo en el público oyente, identificado profundamente con su canto, que parece encontrar en Zitarrosa una voz honesta y una forma de cantar
“a lo uruguayo”, que da comienzo a una relación que no quebrará ni la propia muerte.

Su debut como cantor profesional en Montevideo, tuvo lugar en el auditorio del SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica) en 1964 y su primer disco publicado, “Canta Zitarrosa”, abrió el camino de la difusión de la música nacional de este género en su tierra, compitiendo en ventas con el fenómeno popular de la época: los “Beatles”. Fue un militante defensor de los derechos de los artistas nacionales y de la producción de estos, como las de Viglietti, Los Olimareños, Capella, Palacios, entre otros, representativos como él del sentir nacional.

Desde 1965 hasta 1988 grabó aproximadamente cuarenta discos larga duración, en diferentes países, fundamentalmente en Uruguay y Argentina. Recibió en vida innumerables distinciones y premios, aparte de la permantente marca en ventas discográficas, entre las que se destaca la Condecoración con la Orden
''Francisco de Miranda'' por parte del presidente de Venezuela en 1978.

Debido a su militancia política su canción es prohibida en Uruguay a partir de las elecciones de 1971 (prohibición que se consolida con el establecimiento de la dictadura cívico-militar el 27 de junio de 1973). Con el recrudecimiento de la persecución, habiendo sido convencido de que su canto sólo sería útil a la causa del pueblo desde fuera, debe salir al exilio en 1976, primero rumbo a Argentina, hasta el comienzo de la dictadura militar en aquel país; hasta que debe partir (por la misma causa que del Uruguay) para radicar en España, donde residió hasta abril de 1979. A partir de esta fecha se traslada a México, donde aparte de cantar, desarrolla actividades periodísticas en el diario
“Excelsior” y en “Radio Educación” con su programa “Casi en privado”. Durante este período, a pesar de ser reconocido por él mismo como el menos creativo debido al dolor por el desarraigo, graba y edita varios discos en España, México y Venezuela. Asimismo participa activamente de diversos festivales internacionales, como abanderado de la lucha a favor de la libertad del pueblo uruguayo y de otras naciones oprimidas por gobiernos de corte fascista, y como referente ineludible del canto popular uruguayo y latinoamericano.

Levantada la prohibición de su canto en Argentina en 1983, es contratado para realizar un recital en ese país, oportunidad que es aprovechada por Zitarrosa para acercarse a su tierra, pasando a residir en Buenos Aires, hasta el momento que fuera posible su regreso al Uruguay. Allí realiza, entre otras, una memorable actuación en el estadio de Obras Sanitarias, donde al presentarse ante el público que colmaba el estadio, solicita su permiso:
“Ojalá a partir de este momento ustedes me autoricen a seguir cantando a nombre de mi tierra”.

El 31 de marzo de 1984, es recibido por una multitud que lo aclama y lo acompaña, desde el aeropuerto, por todo Montevideo, en una circunstancia que es defida por él mismo como
“la experiencia más importante de su vida”, lleno de una emoción profunda de alegría por el rencuentro con su tierra, con los amigos, sus “hermanos”, y la profunda alegría por el regreso a su amado país.

Una vez en su tierra realiza conciertos por todo el país y edita nuevos trabajos discográficos, entre los que presenta la serie
“Melodía Larga”, milongas instrumentales para conjunto de guitarras, guitarrón y otros instrumentos de uso típico en el Jazz.

En 1988 edita por primera vez su obra literaria como tal en el libro de cuentos
“Por si el recuerdo”, que recopila historias escritas durante sus últimos treinta años.

Su temprano y sorpresivo fallecimiento, en Montevideo, el 17 de enero de 1989, repercutió tan hondamente en el pueblo, en toda la comunidad hispano y latinoamericana, y en otros tantos países, al extremo tal que
“el mundo entero fue una limpia e inmensa lágrima”.

Como poeta, integra en sus canciones el sector de mundo que le tocó vivir. Encontró, deshaciéndose, las esquivas palabras que simulan pasiones, historias, fábulas y esperanzas. Encontró, las palabras convenientes, las más precisas para sus descripciones: “Mariposa marrón de madera”; “Puedo enseñarte a volar / pero no seguirte el vuelo”; “Tú no pediste la guerra / Madre tierra, yo lo sé”.

Como músico, componiendo a favor de la guitarra y por milonga, creó un estilo de arreglos
“a lo Zitarrosa”. Con el sello de su creatividad musical, impuso este género como un estilo popular vivo. Fue impulsor del concepto de la fusión musical en el uruguay, llegando en su último trabajo discográfico a asimilar desde la milonga al rock, continuando la búsqueda de lo que él mismo definó, en 1969, como un “auténtico jazz del sur”, en base a la milonga.

Hombre de prodigiosa erudición, fue un narrador brillante, quien logró además a través de sus
“Fábulas Materialistas” (recopiladas y publicadas en libro, por su familia, en el 2001), una sabrosa mezcla surrealista de ciencia, mito y humor. Pero en Zitarrosa coexistían, además, los insólitos Diamólogos, el entrevistador agudo en “Marcha”, el locutor que creó toda una escuela del decir radial. No debe olvidarse un lejano trabajo crítico de Alfredo sobre “el cantor alienante y el público alienado”. Allí, este hombre de seductora voz, de presencia imponente en el escenario, alertaba al lector sobre posibles alienaciones ante la “figura” de un artista, ante la aureola de un astro que prácticamente invalidaban toda audición crítica; toda audición que realmente atendiera lo que el artista estaba “dando” sobre el escenario. Abreviemos: nos enseñaba que siempre debemos oír críticamente al artista.

Su familia, con el apoyo de amigos y personalidades de la cultura, entre otros, en honor a su ejemplo artístico y ético, en la fecha de su nacimiento, el 10 de marzo del 2004, declara la creación de la Fundación que lleva su nombre, para preservar su legado y trabajar, a favor de la cultura, de los valores humanistas e ideales sociales, como lo hizo Zitarrosa, del mismo modo que él los defendió y cantó.

En opinión del poeta Washington Benavides, Zitarrosa es
“un hombre renacentista, atento a todo aquello que significa cambiar la vida”. El poeta Saúl Ibargoyen lo define como “un hombre y un artista con la magia de crear Luz de donde sólo hay tinieblas”.

Un par de frases de Alfredo Zitarrosa

''Lo que queremos es una humanidad justa, una sociedad de hombres dignos de ser hombres entre hombres. Es decir, en la que halla auténtica justicia, igualdad, incluso en el sentido cristiano; yo pienso en eso. La revolución es un acto de amor a la justicia, de amor al hombre, a la verdad, a la sociedad humana''.

''Escribo porque se y porque me gusta. Me inspiro en la música y los versos. Más allá de todo eso, no puedo evitar de estar vivo y abierto, por dentro y por fuera, a la vida y a la muerte; a los demás, especialmente a los humildes; atento a los malos, a los mentirosos y a los falsarios, que me inspiran una curiosidad irresistible, cerrado a cal y y canto para los peores, del libertino al ladrón, del egoísta al torturador, del demagogo al adulón, del nazifascista al cobarde, al ideólogo del no te metás''.

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