A Facussé ya no le alcanzan los dedos de la mano para contar sus muertos

La condena nacional e internacional ante la masacre se hizo sentir rápidamente: el 15 de noviembre unos 200 guardias de seguridad contratados por el productor palmero Miguel Facussé atacaron con armas de grueso calibre a miembros del Movimiento Campesino del Aguán de Honduras, con un saldo de cinco muertos (que se suman a una lista de más de 20 en este año, en el haber del ''empresario'').

Ignacio Reyes, Teodoro Acosta, Siriaco Muñoz, Raúl Castillo y José Luis Sauceda fueron víctimas de este conflicto por la tierra. Los campesinos reclaman la propiedad de fincas que utiliza Facussé (pueden ver más sobre este impune personaje en nuestras anteriores publicaciones: Joven campesino torturado y asesinado en Honduras y Otra vez contra una radio comunitaria) para plantar palma africana.

El Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), baluarte en la lucha contra el golpe de Estado en este país centroamericano, expresó su enérgica condena a la masacre en la comunidad de El Temblor, en el departamento de Colón.

Aseguran que el empresario tiene contratados a cientos de sicarios y que cuenta con el asesoramiento de paramilitares colombianos “para masacrar y desalojar” a las comunidades campesinas, legítimas dueñas de las tierras. “El régimen de facto de Porfirio Lobo es cómplice de este crimen, hecho que se confirma por la tardía participación de las autoridades para detener las agresiones contra los campesinos y la tolerancia que muestran las Fuerzas Armadas de Honduras, la policía y los operadores de justicia en la región ante los crímenes recurrentes que ordena el empresario Miguel Facussé”, señala el FNRP en su comunicado.

Por estas horas, cientos de campesinos participaban en el sepelio de las víctimas y evaluaban la posibilidad de hacer una marcha de repudio hasta Tegucigalpa, la capital del país.

Wendy Cruz, de La Vía Campesina Internacional, comentó que la lucha por la tierra en el Bajo Aguán se ha tornado sumamente compleja, sobre todo por la impunidad con la que cuenta Facussé para enfrentarse al movimiento campesino organizado.