Perdonar la deuda de casi 900 millones de dólares a una docena de países africanos es para el gobierno de Brasil un ''gesto solidario''. Pero otros lo vemos apenas como una intención de ampliar la influencia económica y política de la potencia económica sudamericana. Además, lo vemos también como un nuevo perjuicio para la sociedad brasileña, a quien le dicen que no hay más dinero, mientras se anda regalando por ahí para el beneficio exclusivo de las empresas de ese país establecidas en África.
La decisión del gobierno de Dilma Rousseff, que ahora estudia el parlamento, ''beneficia'' especialmente a la República Democrática del Congo, con adeudos por 350 millones de dólares, Tanzania con 237 millones y Zambia con 113 millones. Los demás son Costa de Marfil, Gabón, Guinea-Bissau, Mauritania, República Democrática del Congo, República de Guinea, Santo Tomé y Príncipe, Senegal y Sudán.
Explicada por la mandataria como un “una doble vía” que “beneficia a los países africanos y a Brasil”, la decisión no fue interpretada del mismo modo por opositores. Algunos senadores se proponen frenar la aprobación del Congreso legislativo. En tela de juicio están, entre otros, República Democrática del Congo, Gabón y Sudán, que afrontan procesos internacionales por casos de corrupción y hasta de genocidio. No olvidemos que dichas corrupciones y genocidios tienen su origen en la atroz colonización que sufre el Congo hace años a manos de empresas multinacionales, países de la Unión Europea y Estados Unidos y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Las autoridades de esos países “son figuras corruptas, compradoras de (la costosa marca de accesorios personales) Louis Vuitton y de automóviles exclusivos Mercedes Benz. Es una simbología perdonar deudas de gobiernos que gozan de esos privilegios”, declaró el senador José Agripino, del Partido Demócrata.
Un comunicado de la cancillería brasileña, en cambio, asegura que el perdón se basa en lineamientos del Club de París, de países ricos acreedores, para aliviar el peso de la deuda de economías pobres. “No se trata de voluntarismo brasileño”, sino “de una práctica concertada internacionalmente con objetivos claros para permitir que el peso de la deuda no se transforme en un impedimento de crecimiento económico y de superación de pobreza”, aclaró. Estas son, obviamente, las llamadas ''declaraciones oficiales'', pero no lo que ocurre en la realidad del país africano ni de las las prácticas internacionales.
En entrevista con IPS, el politólogo Williams Gonçalves, de la Universidad Estadual de Río de Janeiro, consideró que el argumento esgrimido contra dictaduras y gobiernos “supuestamente corruptos” es “completamente extraño a las relaciones internacionales”. Gonçalves arguyó que los críticos “no se escandalizaron” cuando Estados Unidos y otras grandes potencias “protegieron o financiaron dictaduras” latinoamericanas. “Son los mismos que hoy protegen regímenes similares de Medio Oriente, y tampoco alzan la voz los defensores de derechos humanos y de la democracia”, comparó.
“Exigir contrapartidas políticas, interfiriendo en el sistema político local es práctica común de Estados Unidos y otras grandes potencias. Como no deseamos interferencias en nuestra vida política, suponemos que los demás alimenten el mismo deseo”, consideró.
La polémica se extiende a otras cuestiones
El senador Alvaro Dias, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, sostuvo que existen objetivos económicos. La condonación reabriría nuevos créditos del estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para favorecer la presencia de grandes consorcios empresariales brasileños en los países ''beneficiados''.
El intercambio comercial entre Brasil y África aumentó de 5.000 millones de dólares en 2000 a unos 26.500 millones en 2012, según datos de la cancillería. Brasil invirtió en África en sectores como petróleo, minería y en grandes obras de infraestructura a través de empresas públicas o privadas.
Según Marcelo Carreiro, historiador de la Universidad Federal de Río de Janeiro, la política de Brasil hacia África tiene “objetivos estratégicos”, por ejemplo “la extensión de un área de seguridad estratégica y la ampliación de acceso a los mercados”, dijo a IPS. La elección de los países favorecidos, todos ubicados en el oeste africano y frente al ahora dinámico Nordeste brasileño, acompaña esa teoría.
Esa aproximación “podría concretar la creación de un entorno geoestratégico brasileño en el sur del océano Atlántico, responsable de expandir conceptualmente la frontera de este país hasta la costa africana”, sostuvo. Así resguardaría “no solo su área estratégica de ‘presal’ (el subsuelo profundo del océano rico en hidrocarburos de la zona económica exclusiva de Brasil) sino toda la vasta extensión de costa atlántica, en un ‘mare brasiliensis’”, blindando a este país del eventual acceso de enemigos a su territorio.
Para el historiador, esta lamentable “nueva repartición de África” sería evidente con la inclusión del “único país del planeta gobernado por un acusado de genocidio”, el presidente de Sudán, Omar al Bashir, quien es reclamado por la Corte Penal Internacional para juzgarlo. “Sudán presenta un doble atractivo para Brasil: rico en petróleo, deficitario en construcción civil y hambriento de bienes industriales y agrícolas”, señaló. “Posiblemente sea el mercado más ventajoso de África para la economía brasileña”, añadió. Esa aproximación traería ventajas adicionales, como apoyo para que Brasil ocupe un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
A Gonçalves no le escandaliza esta perspectiva. “El perdón de deudas a pequeños Estados de parte de grandes economías es cosa común”, dijo. “La explicación técnica para este perdón es limpiar la ficha de esos países para viabilizar préstamos del BNDES que favorezcan la acción de grandes empresas”, agregó. Sin embargo, el experto no cree que eso contraríe los principios de la ayuda. “La solidaridad y la cooperación se hacen por medio de préstamos y ejecución de proyectos”, apuntó. “Es que las relaciones económicas internacionales se dan bajo el signo del capitalismo, lo cual significa que la finalidad es siempre lucro”, consideró. Pero, a diferencia de otros tipos de ayuda, el analista cree que “esos proyectos serán realizados bajo condiciones financieras y con objetivos sociales que no despiertan el interés de las grandes economías industrializadas”.
Las inversiones del ''gigante sudamericano'' también llegaron a África a través de la Agencia Brasileña de Cooperación (ABC), totalizando en 2010 unos 50 millones de dólares en proyectos de agricultura, salud y educación. Carreiro recordó que poco antes del anuncio en mayo del perdón de la deuda, el gobierno de Rousseff comunicó que reformularía la ABC, y en ese marco se aumentó en 300 millones de dólares los recursos previstos, especialmente para África. “Sin embargo, parece que fue poco y Rousseff decidió acelerar la decisión, comprando directamente influencia sobre países llave de África”, reflexionó. “Destinar 300 millones de dólares a proyectos de cooperación, dando lugar al perdón de unos 900 millones de dólares de deuda a gobiernos corruptos son dos estrategias antagónicas de una política externa caótica”, opinó.
Un estudio de la Fundación Don Cabral muestra en 2012 una ascendente expansión brasileña en África, donde operan 34 empresas multinacionales de este origen. Para 44,4 % de las empresas consultadas, la política externa del gobierno en la última década favoreció esa internacionalización.
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