Existen frases del tipo “hay cosas más importantes que el derecho a Internet” o “hay gente que pasa hambre, ¿para qué Internet?”. Hace poco, Teófila Martínez, alcaldesa de Cádiz (Andalucía, España), se hizo ''famosa'' por decir que “Hay gente que pide para comer y tiene Twitter, que cuesta dinero”, lo que le valió ser la enemiga número 1 en la redes sociales durante unos días.
O no lo entienden o a los grandes poderes no les interesa que haya un Internet libre y crítico, abierto y propositivo. El pan y circo es lo que tiene que haber y proporcionado por ellos, si no mal. Y no se han incorporado a la cultura digital, aún están en un tiempo anterior, 100% analógico, y por lo tanto en pedestales sin contacto con la sociedad. De ahí la importancia de las redes digitales, que pueden hacer más horizontal la comunicación, el intercambio de ideas, la denuncia pública, las propuestas de acción, el planteamiento de alternativas. Si hay un Internet accesible, abierto, propositivo y crítico y la sociedad se transforma, puede que se den pasos para que nadie pase hambre en el futuro, por ejemplo.
¿Es una utopía? Bueno, algo así es lo que buscan quienes practican ciberactivismo, que según la la enciclopedia no libre (al contrario de lo que se pregona) Wikipedia es el “conjunto de técnicas y tecnologías de la comunicación, basadas fundamentalmente en Internet y telefonía móvil (…) sirven para diversas formas de activismo, de manera de posibilitar comunicaciones más rápidas en los movimientos ciudadanos y difundir información local a una gran audiencia. Las tecnologías de Internet se utilizan para recaudación de fondos, construcción de comunidad, hacer lobby y organizarse”. Pero se queda ahí, cómodamente, con un click o unas líneas escritas. Que no es poco, pero insuficiente.
Ciberactivismo y Hacktivismo
Las ciberacciones suelen ser empleadas sobre todo para presionar, enviando correos electrónicos o recavar firmas, por alguna causa social. Son utilizadas la mayoría de las veces por las organizaciones clásicas, buscando también el posible impacto en los mass media, y se ha visto que algunas han terminado con éxito. Ejemplos de ciberacciones hay cientos cada día en las redes sociales y recopilados algunos en la web Paz y Justicia (aunque ya muy antiguos).
Internet es usado para proteger derechos y libertades, pero también para atentar contra ellas, en este tránsito que estamos viviendo de la modernidad material a la sociedad red, post-industrial o del conocimiento. Debemos prestar atención y saber usar las herramientas.
Dando un paso más allá del ciberactivismo podemos situar el hacktivismo. Obviamente viene de la palabra hacker, que hace referencia a aquella persona que se apasiona por crear, innovar, mejorar conjuntamente con otras personas, cerca o no tanto de una computadora, aunque está claro que siempre se le ha relacionado con la informática al estar en el origen de la revolución tecnológica que vivimos y al “apoyar procesos de apropiación social o comunitaria de las tecnologías”. Para lxs hackers (no confundir con crackers) la libertad es un elemento fundamental en su vida. Como dice David de Ugarte, de Las Indias: “es una 'libertad del hacer' o mejor 'para hacer'. Sea para crear software libre o para desarrollar herramientas agrícolas, el hacker si pide algo es que le dejen jugar, no que le den condiciones para ganar o le 'apoyen' para obtener un espacio seguro. Si ve una manera hacer sin pedir nada a nadie, será la que tome, ahí reside su poder y su potencia. El 'hacer' del hacker, en cualquier campo, es su capacidad para generar primero y liberar después conocimiento que rehaga el tablero de juego. (…)La 'libertad del hacer' es pues la capacidad de asumir una responsabilidad personal para, desarrollando una comunidad real, generar autonomía a esa misma comunidad en primer lugar y hacer efectiva la oportunidad fruto del nuevo saber al resto del mundo”.
Como alternativa a la ética protestante del trabajo que ha dominado el paradigma industrial-capitalista, Pekka Himanen propone una ética hacker, algo así como un cibercomunitarismo, que tiene como tres características principales: entusiasmo y pasión, disfrutando del trabajo; creatividad y desarrollo de las propias capacidades y las de la comunidad; y retroalimentación con la comunidad, al compartir aprendizajes, para finalmente donar sus creaciones al mundo.
¿Suena bien, eh? Por eso no le entran al juego las autoridades y demás representantes de los poderes. Es más, se criminalizan y reprimen las iniciativas hackers, para mantener el mundo tal y como está. Miedo a las nuevas-viejas formas (similares interacciones llevan haciéndose desde hace siglos entre los pueblos originarios) que pueden ir construyendo una Modernidad 2.0 (es decir, mejorada) o algo distinto. Es lo que teorizó Eric S. Raymond en su texto ya clásico La Catedral y el Bazar (1997) hablando de la producción de software, pero que puede ser aplicable a la-vida-lejos-del-teclado: la catedral representa el modelo de desarrollo más hermético y vertical característico del software propietario y el bazar, con su dinámica horizontal y “bulliciosa”, que caracterizó al desarrollo de Linux y demás proyectos de software libre. Esta última es la que practicaban los primeros hackers informáticos allá por finales de los 60 y la década de los 70, que posibilitó el desarrollo de las computadoras e Internet tal y como los conocemos hoy. Después se criminalizó.
''Sí, soy un delincuente. Mi delito es la curiosidad. Mi delito es juzgar a la gente por lo que dice y por lo que piensa, no por lo que parece. Mi delito es ser más inteligente que vosotros, algo que nunca me perdonaréis. Soy un hacker, y éste es mi manifiesto. Podéis eliminar a algunos de nosotros, pero no a todos… después de todo, somos todos iguales'' (Manifiesto hacker, The Mentor, Escrito en Enero 08 de 1986).
De todas formas, preferimos El manifiesto cyberpunk, escrito 11 años después de forma colectiva, donde por ejemplo expresan que: ''La gente teme lo nuevo y lo desconocido. Ellos prefieren lo antiguo, lo conocido y lo que ellos mismos han comprobado. Ellos temen lo que lo nuevo pueda acaecerles. Ellos temen perder lo que ya tienen. (…) Nuestra sociedad está enferma y necesita ser curada. La cura es un cambio en el sistema… Nuestros hijos crecen educados en este viejo y aún no cambiado sistema. Un sistema que no tolera la libertad de pensamiento y demanda una estricta obediencia a las reglas… Viviríamos en un mundo muy distinto de este si las personas hicieran escalones y no huecos''.
Lo mediatizado y lo no
Todo el mundo conoce los casos más mediatizados (Assange, Snowden, Bradley), pero hay decenas de violaciones de derechos todos los años: vigilancia, detenciones, censura, represión contra activistas de la Red. Las fuerzas del orden de distintos países, legal o ilegalmente, vigilan las comunicaciones y toman represalias. Casos como los vividos en Chiapas hace unos años y en la actualidad, con Gustavo Maldonado, son ejemplos de que los engranajes que sustentan el sistema tienen miedo y quieren parar esas otras formas.
Relacionado con todo esto, recientemente hemos leído dos noticias llamativas:
- una, en The Washington Post, que Estados Unidos destinó 52.6 billones de dólares a los servicios de inteligencia para el espionaje informático.
- dos, Facebook publica el número de solicitudes de información que ha tenido de distintos gobiernos en los primeros 6 meses de 2013. En el Reporte aparece que Estados Unidos fue el país con más solicitudes presentadas, alcanzando las 11.000-12.000 peticiones, que afectaron a más de 20.000 cuentas usuarios. Les siguen India (3.245), Reino Unido (1975), Alemania (1.886), Italia (1.705), y se supo de España (479), Brasil (715), Chile (215), Argentina (172) y México (78), por ejemplo.
Es para asustarse. Por eso muchos ciberactivistas y hacktivistas guardan mínimas precauciones de seguridad, donde siempre es recomendable usar software libre, no dar muchos datos en las redes sociales o navegar con el programa Tor. Además, como nos hace pensar Antony Flores Mérida en El fin del anonimato, es importante acuerparse con una comunidad, que la gente sepa de esa actividad social que realizas, aunque añade que es mejor no permanecer en el anonimato (“una ilusión” en estos tiempos) y dar la cara.
La desobediencia civil siempre ha existido y ha servido para conseguir avances democráticos. Ahora le toca también a la Red y las Tecnologías de la Comunicación en general. El software es algo que ya está en todas partes, desde en el cajero automático, el automóvil o el teléfono celular, hasta en videojuegos, tiendas o instituciones educativas, que almacenan y proporcionan datos de millones de personas al mejor postor, y es legal.
El movimiento hacker aboga y lucha por la transparencia y la libertad de elegir, por conocer y difundir, por una sociedad más activa y responsable. Y crean comunidades, tanto en Internet como fuera: los hacklabs o hackspaces son lugares gestionados por hackers para difundir sus propuestas, compartir conocimientos y crear alternativas. Espacios para aprender colaborativamente.
Pero este espíritu hacker no sólo existe relacionado con el mundo informático. Gente que construye bici-máquinas, que trabaja en huertos urbanos, que experimenta con música en la calle, que crea una cooperativa de urbanismo social, que organiza festivales de cine sin copyright, y muchas otras, es gente que se apropia de esta filosofía o alguna semejante. Es el P2P de carne y hueso, entre iguales, que gana compartiendo, se piensa conjuntamente, se hace responsable y trabaja.
No hubiesen sido lo mismo (tal vez no hubiesen existido) la primavera árabe, el 15-M, Occupy Wall Street, #Yosoy132 o las recientes revueltas en Brasil sin esta ética, este sentido común, este cansancio de las jerarquías verticales, incomunicadas de la sociedad, mientras esa sociedad ya está viviendo procesos con prácticas distintas, nuevas formas de relacionarse, cambiar las reglas del juego. Y esto no ha hecho más que empezar.
* Para saber más sobre estas cosas, recomendamos El Kit de la lucha en Internet, de Marga Padilla, donde analiza movimientos y dispositivos sociales como WikiLeaks, Anonymus o Hacktivistas.
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