En el mes de Agosto del año pasado, fue necesaria una orden de allanamiento para que los inspectores del Ministerio de Trabajo pudieran entrar a la mansión de Carrasco donde trabajaban de manera ilegal varias ciudadanas bolivianas. Era la punta de una madeja que prosiguió con una denuncia en un juzgado del crimen organizado. En aquella oportunidad, el Semanario Brecha había conversado con varias de las trabajadoras que llegaron para cumplir tareas en la casa de Nathalie Manhard y en la de su padre, Enrique Manhard, miembros de una de las familias más adineradas del país. Las trabajadoras relataron cómo son captadas en su país, las condiciones a que son sometidas en Uruguay y lo difícil de escapar cuando el mundo es tan ajeno. En el Uruguay de 2012, una historia de gente que se piensa con derecho a ser dueña de otra gente.
UNA HISTORIA DE TANTAS...
Se las había arreglado sola, siempre. Incluso cuando se fue a Buenos Aires, y también a San Pablo, a trabajar en talleres de costura, y dormía y trabajaba y comía y vivía en una pieza. Seguramente en alguna de esas maquilas tan infames como ilegales, que dos por tres son noticia en la ''tevé'' cuando se incendian, o cuando se descubre que allí trabajan cientos de migrantes irregulares por salarios miserables.
Pero esa mañana, cuando su sobrina la invitó a probar suerte en la agencia de colocación de personal llamada Verónica, Laura, una de las inmigrantes bolivianas, aceptó. Hacía poco sus antiguos empleadores se habían mudado de La Paz a Santa Cruz y ella no los siguió porque sus hijos van al colegio en la capital boliviana. Así que decidió probar suerte. Apenas llegó, "Vero" le preguntó si quería trabajar en Uruguay. Se extrañó, pensando que le hablaban de la avenida paceña, famosa por ser lugar de venta de pescado; pero no. "De Argentina, más allá", le aclaró la dueña. "Anímate. Es una señora muy rica, paga muy bien, trata muy bien a las muchachas''. Preguntó cuánto era el salario y Vero aseguró: "Quinientos dólares para empezar. El segundo mes te va a aumentar 100 y vas a ganar 600 dólares". Mientras ella sacaba cuentas y dudaba, Vero marcó un celular y lo dejó sonar un par de veces antes de cortar. Miles de quilómetros al sur, Nathalie Manhard Sasson entendió el mensaje y con presteza devolvió la llamada. Instantes más tarde boliviana y uruguaya mantenían el diálogo:
-El trato es que te voy a pagar 500 dólares. Pago muy bien. Tengo otras muchachas bolivianas ¿sabés limpiar?
-Sí, tengo certificados de trabajo.
-¿Estarías dispuesta a venir?
-No sé, es que tengo niños?
-¿Tenés a quién dejárselos?
-Con su papá o mi hermana.
Durante la conversación, Vero me dice: "¿Para qué le dices que tienes hijos? No tengo hijos, debes decir". Y me dice la señora: "No hagas caso a lo que dice Vero, hacé caso a lo que yo te pregunto y contestame". Y yo le contestaba todo: sabía limpiar, sabía de costura, porque en Buenos Aires y San Pablo he trabajado en talleres de costura. Me pidió mi teléfono pero le di el de mi hermano, porque no estaba decidida a trabajar. Vero me decía: "Anímate, anda. Es una señora millonaria, que bien paga. No es cualquier señora, una cónsul, me dicen que es. Dicen que es bien grande, bien linda, la casa. Las otras muchachas que trabajan me dicen que es bien buena. ¿Quieres hablar con las otras?". ''Hablando no voy a ganar nada. El lunes vengo si no encuentro trabajo". Y se fue.
Después, todo sucedió muy rápido. Cuando llegó a su casa, Manhard ya se había comunicado nuevamente. Horas más tarde volvió a llamarla y prometió: "Si te quedas un año no te voy a descontar el pasaje. Te voy a dar un celular, te voy a dar un chip". "Yo debía al banco -contó la trabajadora a Brecha-, y mi hermano y mi cuñada me decían que así pagaría más rápido. No es que 500 dólares fuera mucha plata. Son 3 mil bolivianos porque el dólar allí está muy bajito, pero me venían como anillo al dedo, como dicen. Que yo esté aquí, no gaste en mis pasajes? podía mandar un monto para mis hijos y otro para el banco". Cuando el domingo a la mañana Manhard insistió con un nuevo llamado y aseguró que había girado dinero a Vero para el pasaje, Laura decidió aceptar.
El martes al mediodía tomó el bus que la separaría de la cordillera de los Andes para, tres días después, dejarla con el mar a sus pies en Montevideo. Tomó el taxi negro y amarillo tal como "la señora" le había indicado y minutos más tarde arribó a la mansión ubicada en Américo Ilaria, entre Viña del Mar y Copacabana (por si hay gente que desee saberlo). Los 400 pesos del taxi los pagó la cocinera. Dejó sus cosas en la habitación, se dio un baño, e instantes después comenzó su trabajo. Enseguida su identidad comenzó a desdibujarse. A partir de ese momento era "la de la planta baja", como se llama en aquella casa a la encargada de la limpieza de ese sector. No imaginaba todo lo que viviría en los próximos meses.
En la residencia de Carrasco trabajan cuatro personas, siempre de origen boliviano (una "planta alta", una "planta baja", una niñera y una cocinera). La paciente reconstrucción que hizo el colectivo feminista Cotidiano Mujer (institución a la que se acercaron varias mujeres en busca de ayuda) permite saber hoy que al menos 12 ciudadanas de aquel país pasaron por la casa en el último año. Todas llegaron a través de la agencia Verónica, solicitadas por Nathalie Manhard. Viajaron por tierra, sin contrato, permanecieron de forma irregular en el país. Recibían 500 dólares de salario (unos 9.500 pesos uruguayos), trabajando prácticamente el doble de horas de lo estipulado por ley y con un descanso de cuatro horas semanales, nunca en fin de semana. No se cobraban horas extra, no se pagaba doble los feriados, ni tampoco se les daba libre y, por su puesto, no contaban con seguridad social. Si el personal permanecía menos de un año (cosa frecuente dado el trato que reciben) se les descontaba de sus haberes el costo del pasaje. En el momento en que se ''destapó la olla'' el sueldo mínimo fijado por el Estado para las trabajadoras domésticas era de 8.534 pesos por 44 horas semanales (siete horas diarias) y el descanso, de un día y medio.
Brecha también informó en aquella oportunidad que Manhard también contactaba a la agencia boliviana en procura de personal doméstico para sus amigas y para sus padres (Enrique Manhard y Vivianne Sasson). Al menos en la casa de sus padres, las trabajadoras recibían un trato similar. Según el testimonio de una ex trabajadora de esa casa, el vínculo laboral en ese lugar también era a través de Nathalie. Era ella quien decidía todo lo referente al trabajo. Relatan también que, mientras su madre solía mantener un trato amable, Enrique, el padre, era parecido a su hija en la forma de dirigirse a las trabajadoras.
Otra de las constataciones es que cuando el vínculo laboral finalizaba (sea porque no aguantaban el nivel de estrés o porque Manhard decidía que no trabajaran más) eran "despachadas" (tal es el término que utilizan) a Bolivia, incluso contra su propia voluntad. A partir de que algunas lograron permanecer en el país es que se conoció la historia.
LA SEÑORA TIQUI TIQUI
"Tiqui tiqui. Acá se viene a trabajar", cuentan que decía Nathalie Manhard a sus empleadas, mientras movía ágilmente los dedos en señal de caminata. "Hasta ahora tengo en mi mente esa palabra", comenta una de ellas mientras repasa algunos de los hechos que muestran, además de las irregularidades y el incumplimiento de las leyes, un fuerte componente de racismo y clasismo por parte de la empleadora.
"Nos teníamos que parar a las 6 de la mañana y el desayuno debía estar servido a las 7 en punto''. "La comida de la casa", decían ellos, porque tienen la cocina principal y la cocina del servicio. Y la comida del personal es muy distinta a lo que ellos comen. Nos compraba carne picada común, un quilo, que tenía que durar un mes. Lo que más comíamos era polenta con pulpa de tomate o fideos hervidos con pulpa de tomate o con atún.
El jardinero no estaba autorizado a comer, pero la cocinera decía "yo tengo hijos, sobrinos", y tratábamos de cocinar algo más y le dábamos. Nuestro plato de lujo era arroz con huevo, o con pancho. Muy rara vez podíamos comer lenteja. No podíamos comer tomate, salvo que estuviera a precio bajo. No podíamos comer lechuga porque es carísima. Pero había rúcula en su huerto y podíamos comerla. El desayuno era con un paquetito de Nescafé. No podíamos tomar leche, Si era temporada de manzana compraba una bolsa para nosotras. O de naranja. Pero otra fruta no se podía comer. Ni banana ni otras cosas más. Ella decía que en todo Uruguay el trato era así. Que teníamos que comer así.
Un día, enterada de que una trabajadora decía que ya no quería comer, Manhard les dijo: "Si nadie quiere comer lo que les doy aquí, pueden salir, comprarse con su plata. Hay Mc Donald's; pueden ir a comer ahí, puede ir a comer al restorán, si tienen plata". A la mala alimentación se le sumaban las extenuantes jornadas de trabajo: un promedio de 14 horas de lunes a lunes, con media hora para comer, y una hora de descanso que difícilmente podía cumplirse porque siempre había tareas para hacer. "No tenía ese tiempo", dicía una trabajadora.
Después de la limpieza de las habitaciones, había que ayudar en la cocina, y además "tenía que planchar. Planta alta lavaba y planta baja planchaba. Decía en la carpeta'' (un ''manual de instrucciones" que se les entregaba a su llegada) que planta baja se hace cargo de coser, limpiar los championes a diario, bajar y subir las cosas. ''La misma señora nos hacía pelear. Demasiado estrés, era". Por ejemplo, dice el ''manual'' que la persona encargada de la planta baja debe, según el día de la semana, limpiar el hall de entrada y el baño de visitas, el breakfast, el comedor, el living, el lavadero, el depósito de deportes, el dormitorio y el baño de huéspedes, el depósito frente al dormitorio de servicio, el baño y el hall del escritorio, el estar, el billar, el playroom y su baño, la barbacoa, con su baño y cocina incluidos. Entre sus tareas también está tender y servir la mesa durante la comida, lavar a máquina y a mano, colgar y secar la ropa, limpiar y lustrar zapatos, guardar la ropa y el calzado. Asimismo debe ayudar a la cocinera (salvo los días que está cubriendo a la niñera) en el mantenimiento de la cocina principal ("siempre impecablemente limpia, horno, anafe, micro, heladeras, filtros, muebles, pisos").
Al principio pensaba que el trabajo en Uruguay "debe ser así". Pero un día la cocinera, que llevaba más tiempo en la casa, dijo que así no era. Eso le había comentado una profesora uruguaya que durante un tiempo frecuentó la casa. Le habló de las leyes, del descanso, de la limitación de la jornada y los beneficios que les correspondían y de los cuales no tenían noticias.
Las trabajadoras no tenían a quién preguntar. No conocían a nadie en el país, no sabían a quién recurrir. Es que el trabajo migrante, cuando además es irregular, atrapa y congela. Sólo tenían cuatro horas semanales libres. Eso impedía su movilidad a lugares alejados de la residencia de Carrasco, a lo que se le suma el temor (el autoimpuesto y el propiciado) de ser "atrapadas" en tanto que, luego de los primeros tres meses, su permanencia en el país era irregular. "Si saben que están irregulares las detienen", cuentan que les decía Manhard, quien hacía rato había perdido las buenas formas que mostraba por teléfono. La prohibición imperaba también dentro de la residencia: tenían prohibida la conversación entre ellas a no ser por asuntos estrictamente laborales.
"Una noche se rompió una carpa que en la mañana se abre y en la noche, antes de que entre el sol, se recoge. No sabemos qué pasó. Llegó furiosa y era tan? Me agarró primero a mí, me gritó que era una muerta de hambre, que ella hacía comer a mis hijos. Que con lo que ganaba ni en 20 años podía pagarle porque esa carpa costaba más de 20 mil y pico. Luego tomó a la otra. Pero con unos ojos, tenía un carácter... una voz que te hace temblar. Yo con sólo mirar a esa señora le tengo miedo. Hasta el día de hoy le tengo miedo, un miedo grande. Te grita, te da como unas palabras tan bruscas que te duelen y te llegan al alma''.
SALIR DEL INFIERNO
Los intentos por conocer sus derechos fueron permanentemente boicoteados. Un día la cocinera decidió que saldría muy temprano y utilizaría sus horas libres para ir al Ministerio de Trabajo. Salió, volvió sin haber encontrado la sede, pero con la certeza de que en Uruguay las cosas no eran como las pintaba Manhard. "Nos iremos", le dijo a Laura. "Una muchacha ya había escapado de la casa; había sacado su maleta por la ventana y se había escapado. Estaba antes que yo llegara'', contó. Pero el plan en este caso era otro: "Le diremos que nos vamos a ir, y nos vamos a Punta del Este, que pagan bien", dijo la cocinera. A los pocos días Manhard le anunció que le adelantaba las vacaciones porque ella viajaría a Punta del Este, a casa de su madre. La cocinera propuso ir con ella pero la dueña de casa dijo que su madre tenía su propio personal, que visitara a sus hijos en Bolivia y que se verían al regreso. Para ella quedaba claro que estaba siendo "despachada". "Lo mismo sucedió con otra muchacha que estaba averiguando. Una peruana le había dicho que el trabajo es bien distinto. Eso fue en la mañana, y en la noche la despachó a Bolivia''.
Era domingo por la tarde cuando la cocinera debió abandonar la casa. Al poco rato llamó. "Como había estado más de ocho meses no podía salir sin pagar a Migraciones. Pero como era domingo no podía. La señora Nathalie le dijo que se volviera''. Sin embargo, a la mañana siguiente la ''señora'' se tomó la "amabilidad" de llevarla a Migraciones y despacharla en el ómnibus de Tres Cruces hasta Buenos Aires. ''Su plan no dio resultado. Esa noche sólo hablamos ella y yo, luego se fue y perdimos contacto. Pero ahí supimos cómo era. La muchacha de la planta alta conoció a una peruana y le dijo lo mismo: el trabajo no es así''. Para ese entonces Laura ya había anunciado a Manhard que quería viajar a Bolivia en verano, cuando se cumpliría más de un año de su llegada al país. "Ella me decía: '¿Por qué te vas a ir, si tú me agradas? Haces bien las cosas, la costura, peinas'. Pero yo decía que extrañaba a mis hijos. Quería salir de esa casa porque era mucho, yo no daba más''.
¿Cómo supo la dueña de casa las intenciones de la cocinera? Según el relato de varias trabajadoras (que no se conocían entre sí hasta su encuentro en Cotidiano Mujer), en la residencia hay cámaras y micrófonos que permiten ver y escuchar todo lo que sucede. ''(Nathalie) estaba en Punta del Este y en la computadora veía lo que sucedía en la casa", dijo al Semanario una de las trabajadoras de la casa de los padres, que en el verano cumplía funciones en su residencia del balneario. "Una vez vinieron a arreglar una pared y ella llamó preguntando quién era la persona que estaba en el pasillo''.
Un relato similar fue aportado por otra trabajadora, que cumplía funciones en casa de los padres Mahard: "Una vez me puse muy triste. A veces me digo qué estoy haciendo aquí. En eso, me llama la señora y pregunta si me pasa algo, no sé cómo supo que estaba llorando. Le dije que me iba a retirar. Ella quería volverme a Bolivia. Me dijo que esperara hasta el 2 de agosto", narró. La "señora" a la que hace referencia es Nathalie, puesto que era ella quien gestionaba los temas con el personal de su madre. Días después las dos trabajadoras bolivianas que cumplían funciones allí fueron trasladadas sin previo aviso a Migraciones para cambiar la tarjeta de entrada por una de salida del país. En la noche el chofer las llevó a Tres Cruces, con el cometido de "despacharlas" a Buenos Aires. "Vino la señora a pagarnos, con los descuentos. Yo contaba con 400 dólares para llevarlos", al igual que la otra trabajadora. "Pero viendo la plata ya no llegábamos. Habíamos venido con poca plata pero ya regresarnos sin nada? No queríamos volver, pero decía ¿dónde vamos a dormir? Yo estaba llorando (en la terminal) cuando vino una señora que nos preguntó qué nos pasaba. Nos ha dado la dirección de un refugio donde fuimos a pasar la noche (la Casa del Inmigrante César Vallejo). Lo encontramos como a las 12 de la noche. Al día siguiente estábamos en plaza Independencia y una amiga nos trajo aquí" (en referencia al local de Cotidiano Mujer).
Es en la casa del colectivo feminista donde confluyen las historias y donde varias de las trabajadoras bolivianas han tenido contacto entre ellas por primera vez. Laura también llegó a Cotidiano después de abandonar la casa de los Manhard: "La señora quería que firmara un papel y yo he firmado. En ese papel me descuenta hasta el último centavo del pasaje que me había pagado. Pensé que me llevaba como 400 y pico de dólares. Salí con 200 dólares. Mi compañera no quiso firmar, entonces el jardinero le impedía el paso. Ella quería salir y denunciar porque una peruana ya le había hablado de Cotidiano. Ella logró salir antes y yo después". Cuando ambas se encontraron "ya empezaba a asustarme, porque la señora había dicho que nos iban a detener, y como siempre me dijo que ella tenía mucho poder? el día que me fui dijo: 'Si hoy día no van a partir a Bolivia yo voy a mover mis contactos y ustedes van a estar detenidas'".
La historia de esta persona, que luego sería víctima de una privación de libertad, o secuestro, o como jurídicamente pueda llamarse, sería la que finalmente desencadenaría la denuncia judicial. Pero al principio: "Me he resignado, lo dejo así y busco otro trabajo. Al fin y al cabo no le debo nada a esa señora. Me alejé. Me hice a un lado porque me dijo que tenía tanto poder. El que tiene tanta plata siempre sale ganando. Y soy una persona así, ¿qué voy a hacer con una persona así?", dice, mientras con sus dedos dibuja algo pequeño primero y luego algo mucho más grande.
Como dijimos, en su edición del viernes 10 de agosto de 2012, el Semanario Brecha reveló la identidad de los millonarios uruguayos que mantenían a ciudadanas bolivianas en condiciones de esclavitud en sus suntuosas residencias del barrio de Carrasco. Resulta interesante saber quién es Enrique Manhard, el “pater familia” de este grupo familiar-empresarial, que dicta conferencias internacionales sobre “actividad de ayuda social”, organiza cumpleaños pantagruélicos en su casa de veraneo en Punta del Este y alardea de su amistad con políticos, empresarios e intelectuales de rancio estirpe.
Manhard es un acaudalado empresario austríaco, con ciudadanía legal en nuestro país, dueño de un conjunto de empresas del que forman parte Parisien, La Casa de la Telas, Indian Outlet, y las medierías Si Si. Además, en abril del año pasado se supo que había adquirido el viejo edificio de la fábrica Fibratex por un total de 2.050.000 dólares, dejando a cuenta una seña superior a los 600 mil dólares. También es Socio de Punta Carretas Shopping e integrante de su Comité ejecutivo, director propietario de las Expoferias Ariel, inversor inmobiliario, miembro activo en B´nai B´rith de Uruguay y “colaborador” de la Universidad de Montevideo. Convendría tener bien presentes los nombres de estas empresas a la hora de gastar el dinero en ellas, para NO aportar más caudal económico del que ya tienen a los integrantes de esta familia de explotadores.
En su calidad de ''patrón'', Manhard fue objeto de denuncias ante la Dirección Nacional del Trabajo (Dinatra) por parte de la Federación de Empleados de Comercio y Servicios (Fuecys) por condicionar el pago a los empleados de sus tiendas del laudo acordado en los consejos de salarios a una venta mínima de mercadería que debe superar la suma de 400 mil pesos mensuales. El laudo vigente en el sector se sitúa en los 6.929 pesos nominales por 44 horas semanales de trabajo. Pero Manhard también tiene un largo rosario de multas aplicadas por la Intendencia de Montevideo por incumplimientos o ilegalidades de diversa índole.
HISTORIA DE INMIGRANTES
En la página web de Parisien se relata el periplo de los padres del empresario (Samuel Manhard y Regina Abend) quienes llegaron a Uruguay, desde Austria, huyendo de la guerra. Y comenta la situación actual de la cadena de venta de ropa: “El grupo de tiendas Parisien cuenta con más de 1000 empleados en todo el país. Al día de hoy funcionan más de 40 locales y seguimos creciendo. En Montevideo, se encuentran las oficinas y fábrica de confecciones que emplea 150 personas y producen prendas exclusivas de calidad con maquinaria de última generación. Al frente del departamento de diseño, jóvenes uruguayas, que estudiaron en nuestro país, viajan varias veces al año a comprobar que siguen los lineamientos de la moda de Europa, Estados Unidos y también de los países Orientales que desde hace tiempo enriquecieron con su colorido y texturas la moda del mundo. Enrique Manhard sigue imprimiendo su energía y experiencia a las nuevas generaciones. Sus hijos Gustavo Ferber y Nathalie Manhard se consolidan como pilares de la empresa, aportando la visión de los más jóvenes”.
A pesar de esta idílica presentación, la información que manejan los sindicalistas es bien diferente. Según una nota del semanario Brecha publicada el 25 de febrero de 2011, Manhard es el principal importador de vestimenta del país, por valor de 17,5 millones de dólares en 2010, según datos del Ministerio de Industria. Según el documento del MIEM, las empresas de Manhard pagaron el kilo de ropa (proveniente de Asia) a 11,04 dólares (unos 200 pesos, que también incluye el costo de flete y seguro). Ese es el verdadero origen de las prendas que según la página web de Parisien se producen en la “fábrica de confecciones que emplea 150 personas con maquinaria de última generación”. La sindicalista Laura Suárez dijo que la empresa ya casi no produce en su taller, salvo algún diseño que luego se envía a confeccionar a China y luego aquí se le hacen las terminaciones.
Como vimos más arriba: “Yo voy a mover mis contactos y ustedes van a estar detenidas”, les dijo Nathalie en tono amenazante, a las empleadas domésticas que habían decidido abandonar su casa, según relata Brecha. El alarde no era falso, ya que la familia tiene una notable red de influencias en los ámbitos empresariales y políticos, dentro y fuera del país. Una de esas amistades tiene una importancia mundial, y fue objeto de un agasajo en la casa de veraneo que el empresario tiene en Rincón del Indio, cerca de Punta del Este. Allí recibió al escritor peruano Mario Vargas Llosa, en su última visita al país, poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura 2011. Las amistades del Premio Nobel...
Según una nota de El País, el escritor peruano se reunió con los ex presidentes Jorge Batlle, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle en la casa de Manhard. Comieron “carne uruguaya, magnífica”, según dijo Vargas Llosa al salir. El almuerzo fue “de longitud madrileña”, aportó Lacalle, ya que la sobremesa se extendió hasta pasadas las 5 de la tarde, lo cual habrá significado un trabajo extenuante para la ''servidumbre'', ya de por sí explotada por sus patrones. Lacalle fue más lejos en su panegírico, y aseguró que fue “un almuerzo que se extendió con una sobremesa realmente de privilegio. Para mí fue realmente una de esa jornadas que uno recuerda porque uno levanta el nivel, aprende mucho, un verdadero placer del intelecto, una fiesta intelectual y una muy generosa hospitalidad del señor Manhard”.
En el marco de esta visita Vargas Llosa recorrió la Fundación Atchugarry, en Manantiales. Estuvo acompañado por una decena de personas (entre ellas el ex director del Museo Nacional de Artes Visuales, Ángel Kalenberg, los artistas plásticos Miguel Ángel Battegazzore y Jorge Nogués, y el arquitecto Leonardo Nogués) y sus ''guías'' fueron el ex presidente Sanguinetti y su esposa Marta Canessa. “¿Viste el cuadro negro y blanco que había en el living de (Enrique) Manhard? Lo hizo él”, dijo Sanguinetti a Vargas Llosa, en referencia a Battegazzore.
La hospitalidad de Manhard ya había sido noticia de diarios (en realidad, de El País) en 2010, cuando albergó en su casona de veraneo los festejos por los 74 años de Sanguinetti. Bajo el título “Un mago animó el festejo de Sanguinetti”, el matutino publicó una breve nota en la que da cuenta de que “El empresario Enrique Manhard, propietario de las cadenas La Casa de Las Telas, Parisien, Indian Outlet y otros negocios, lo agasajó en su casa de Rincón del Indio de Punta del Este”. Y agrega que “Sanguinetti estuvo acompañado por su esposa Marta Canessa, su hijo Julio Luis y los nietos del ex mandatario”. El dueño de casa, dice El País, en referencia a Manhard, “preparó un almuerzo del cual participaron el periodista argentino Andrés Oppenheimer y los colorados Oscar Magurno, el ex canciller Didier Opertti, Ricardo Scaglia, Wilson Sanabria, Francisco Sanabria Barrios y su novia, Carolina Serna (hija del gerente del Hotel Conrad), entre otros. En la celebración hubo 40 invitados y un mago fue responsable de amenizar en encuentro”.
Naturalmente, la nota no hace referencia a las trabajadoras que atendieron a la selecta concurrencia, pero a juzgar por lo antedicho, no sería de extrañar que algunas de sus integrantes provinieran de Bolivia o Perú, y se encontraran en nuestro país en el mismo régimen de esclavitud que promovió el allanamiento en la casa de su hija en Carrasco.
''LUCHADOR SOCIAL''
Enrique Manhard fue uno de los ponentes en la última sesión plenaria del Círculo de Montevideo, realizado en la ciudad de México entre el 26 y el 27 de julio, hace apenas dos semanas. En el programa de la primera jornada, Manhard aparece como uno de los “intervinientes” y es presentado con la siguiente descripción: “Empresario Uruguayo con actividad de ayuda social. Director del Grupo Chic Parisien. Directivo Shopping Punta Carretas”.
Manhard es miembro de la Fundación Círculo de Montevideo que fundó Sanguinetti y como tal una breve reseña biográfica figura en la página web de la fundación. En esa reseña se destacan las actividades empresariales y sociales del empresario, a quien se le atribuye la realización de “actividades de ayuda social” que no se especifican.
El empresario austríaco compartió esa jornada de deliberaciones filosóficas y políticas sobre “la crisis mundial y las secuelas sociales ante la igualdad y la libertad” con el ex presidente colombiano Belisario Betancur, el ex presidente español Felipe González, el secretario general Iberoamericano Enrique Iglesias, el ex presidente chileno Ricardo Lagos, el secretario general de la OEA José Miguel Insulza y el anfitrión, el mexicano Carlos Slim, quien actualmente encabeza la lista de hombres más ricos del planeta.
Con esta historia ''conmovedora'' de inmigrantes que huyen de la miseria de la guerra, y con tantos amigos notorios preocupados por la crisis social en el mundo, resulta llamativo que Manhard y su familia no hayan tenido un poco más de consideración con estas mujeres latinoamericanas que lo único que querían era un trabajo digno y un mejor lugar para vivir. Qué contradictorio no?
PASIÓN POR LOS FIERROS
Volviendo a Nathalie, ella también suele ser noticia en los medios de comunicación. La fotografía que se observa de la empresaria más arriba, fue cuando apareció ante la prensa como representante de la cadena propiedad de su padre junto a directivos del Banco Comercial, durante el lanzamiento de una alianza entre los empresarios y los banqueros para promover descuentos superiores a los compradores que presenten la tarjeta emitida por la institución financiera.
Pero algunas hazañas deportivas también son motivo de atención por parte de la prensa especializada en automovilismo, ya que la ''señora'' tuvo un exitoso pasaje por las competencias de Rally a nivel sudamericano. Junto a su esposa Javier Fernández como piloto, y ella como acompañante, en 2002 alcanzaron el campeonato sudamericano de Rally en la clase A7, tripulando un Hyundai Coupé Kit Car. La carrera de la consagración se disputó en Santiago de Chile. La pareja también ha tenido actuaciones relevantes en el campeonato uruguayo de Rally.
Más recientemente Nathalie también participó de la conocida carrera 19 capitales, que recorre los 19 departamentos del interior del país. En esa ocasión, la participación de la pareja mereció un párrafo especial en una nota publicada por el diario Últimas Noticias: “A lo adelantado de la presencia de Javier Fernández, de reciente participación en el Rally Dakar Argentina-Chile 2011, que correrá el 19 Capitales Histórico junto a su esposa, Nathalie Manhard, con un BMW 320”.
QUIÉN ES JAVIER FERNÁNDEZ?
Lo dicho del rally, fue solo una reseña para denotar la unión matrimonial Fernández - Manhard, que es lo que realmente nos interesa aquí. Ese ''piloto de autos'' de rally llamado Javier Fernandez, esposo como dijimos de Nathalie Manhard, es hijo de Alberto Fernandez, dueño de Fripur, y a su vez él mismo dueño de Frimaral, empresa que fabrica contenedores para transporte y soluciones habitacionales. Irónicamente la casa allanada, sería la misma que fue de Muniz Arroyo, embajador mexicano que dio asilo a un número muy grande de perseguidos políticos en la dictadura.
NO LES COMPRES MÁS!!!
En la próxima edición de ''Vayan Pelando las Chauchas'', la número 13, hablaremos más a fondo de los Fernández, tan íntimamente relacionados como podemos observar, con los Manhard. Por ahora, está bien con lo antedicho y haber conocido un poco más a los dueños de las empresas que mencionamos más arriba.
En nuestro caso nos sumamos al escrache de esta familia y dejamos a conciencia de cada persona que lea esta publicación el continuar comprando o no a las empresas de esta familia de explotadores. Si bien pedimos obviamente que no les den más dinero, quedará en ustedes el saber cuanto les pesa lo que ahora saben a la hora de entregar sus billetes a las empresas que a continuación les volvemos a mencionar: Parisien, La Casa de la Telas, Indian Outlet, Si Si, Fibratex, Punta Carretas Shopping, Expoferias Ariel, B´nai B´rith de Uruguay y Universidad de Montevideo.
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