El pasado miércoles, y como tantas otras veces desde que un golpe de Estado le quitó la democracia al país el pasado 28 de junio, el pueblo hondureño salió a las calles de Tegucigalpa. Pero esta vez lo hizo para despedir al presidente derrocado Manuel Zelaya, que abandonó el país rumbo a República Dominicana.
El dirigente campesino Rafael Alegría anunció la movilización popular y dijo que si bien la resistencia no había logrado restituir al mandatario en su cargo, los hondureños seguirían manifestándose con el objetivo de refundar el Estado.
Luego de ser derrocado, Zelaya había logrado reingresar clandestinamente a Honduras el pasado setiembre, y se había refugiado desde entonces en la embajada brasileña. Por ello Porfirio Lobo, quien ese mismo miércoles asumió la presidencia (a la que accedió en elecciones ilegítimas según la resistencia hondureña y la mayoría de la comunidad internacional) dijo que acudiría a esa sede diplomática para “acompañar al presidente Zelaya para que se traslade al aeropuerto internacional, para que haga su salida".
En la delegación que acompañó a Zelaya fuera de Honduras también participaron, según dijo Lobo en conferencia de prensa, los presidentes de República Dominicana, Leonel Fernández, y de Guatemala, Alvaro Colom. En la misma conferencia de prensa, Lobo habló sobre las gestiones que está realizando para que se reconozca a su gobierno en el plano internacional.
Para la resistencia hondureña, el que Lobo esté en la jefatura de Estado no es otra cosa que el continuismo del quiebre democrático que encabezó Roberto Micheletti. Así lo indicó la militante Lorena Zelaya, desde el Foro Social Mundial que está teniendo lugar en la ciudad brasileña de Porto Alegre. En una entrevista concedida al medio Púlsar, la activista agregó que Lobo "no va a poder gobernar, sino que va administrar el desorden que hay en el país".
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